¿Por qué practicar técnica?

Nos dice mi amiga la RAE (Real Academia de la lengua Española) que técnica es el conjunto de procedimientos y recursos de que se sirve una ciencia o un arte. También se define técnica como la habilidad para ejecutar cualquier cosa.

Aplicada al arpa, la técnica será todo lo que nos de la capacidad de realizar cualquier movimiento que la obra musical requiera, por intrincado o acrobático que sea, con nuestros dedos, brazos y pies, con agilidad y soltura. La técnica es lo que va a permitir que nos expresemos tal y como queramos: podemos tener ideas musicales muy buenas, pero si nuestros recursos técnicos para reproducirlas no funcionan, ¡no podremos expresarlas! Imaginaos lo que sería querer decir algo importante y no poder porque no supiéramos como utilizar nuestras cuerdas vocales y nuestros labios y lengua para producir los sonidos adecuados con nuestra voz. ¡Sería como estar encerrado!

Cuando tenemos una buena técnica, nuestros dedos hacen lo que nosotros queremos, no «lo que pueden» y tenemos un control total sobre cómo queremos tocar cada nota, con qué volumen, en qué momento preciso, con limpieza, con el timbre deseado. La técnica da alas a la mente, y cuando tocas una obra con una buena técnica sientes que todo se desliza como la seda y que estás apoyado en un pilar enorme que te da todo el sustento para tocar con agilidad, sin dificultad. Os aseguro que esta sensación es de libertad total, y cuando la sientes, es adictiva, siempre quieres volver a sentirte así cuando tocas.

Pero, si no me sale algo en una obra, practico ese movimiento/patrón concreto y ya está, ¿No?… ¡Absolutamente no! Las diferentes técnicas (intervalos, escalas, acordes) son complementarias, y todas ellas contribuyen a una mayor habilidad y estabilidad por lo que será mucho más fácil hacer un movimiento o patrón concreto con nuestros dedos, si todas las técnicas están al máximo nivel, que si sólo somos especialistas en una de ellas. Si yo fuera jugadora de baloncesto, practicaría tiros a canasta. En un partido real tengo que ocuparme de pensar en los rivales y va todo muy rápido, hay distracciones externas, etc. Necesito haber entrenado los movimientos y la mente para, en una milésima de segundo, ser capaz de analizar la situación y calibrar cómo voy a tirar para encestar. Si yo practico los tiros a puerta siempre desde un mismo punto, con el mismo balón, sólo estaré preparada para tirar desde ahí. En cambio, debería practicar tiros desde diferentes ángulos y distancias, parada, en carrera, saltando, con balones diferentes, etc. Eso me dará un amplio conocimiento de todos los factores que pueden influir en un tiro a canasta para que mi respuesta sea siempre lo más acertada posible cuando debo lanzar durante un partido.

Eso mismo pasa cuando practicamos escalas, arpegios, armónicos, apagados, etc. Debo practicarlos en todos los registros del arpa, a diferentes velocidades, y dinámicas, haciendo crescendo o diminuendo, con diferentes ritmos, acentos, escalas ascendentes, descendentes… en definitiva todas las posibilidades que se puedan presentar en una obra musical.

Como veis, cuando ejercitamos la técnica no hay tiempo para aburrirse, ya que hay que observar, escuchar, analizar, calibrar, y por último ejecutar. En realidad, ¡es un trabajo bastante completo!

Distracción. Parte 2.

El campo charro

Hoy hablaremos de todos esos pensamientos que irrumpen en nuestra mente cuando menos te lo esperas y hacen que dejemos de prestar atención a lo que estábamos haciendo. Estos pensamientos suelen ser cosas que tenemos pendientes como: «que no se me olvide hacer los deberes de matemáticas para mañana»; o preocupaciones como: «¿y si suspendo el examen de historia?».

Hay algunos trucos para evitar este tipo de pensamientos que no he inventado yo, los he ido aprendiendo leyendo libros o en Internet. En el artículo anterior vimos maneras de impedir que el exterior entre en nuestra mente, ahora vamos a hacer al contrario: sacar todos esos pensamientos fuera para que no nos interrumpan.

Para las cosas pendientes lo mejor es tener una agenda o lista de tareas donde vamos apuntando todo. Es por eso que hacemos la lista de la compra: si yo tengo que recordarme cada media hora que debo comprar leche y brócoli, y esto, y aquello, eso está ocupando mucho espacio en mis pensamientos, en cambio, si cada vez que se termina algún ingrediente lo apunto, no tengo que pensar más en ello hasta que voy al supermercado con mi lista. Si además asignamos un momento concreto a lo que tenemos que hacer no nos estresará el olvidarlo o no tener tiempo para hacerlo. Por ejemplo, seguro que os ha pasado que estáis practicando y pensando todo el rato «tengo que hacer el trabajo de ciencias, no me va a dar tiempo». Pero si has puesto en tu agenda que vas a estudiar arpa de 5 a 6 y luego hacer el trabajo de 6:30 a 8:30, tú ya sabes qué vas a hacer y cuándo y eso elimina mucho estrés mental.

Para las preocupaciones, es un poquito más complicado. No es posible tener cero preocupaciones, forma parte de la vida, pero sí podemos hacer algo para minimizar en lo posible la cantidad y la importancia que le demos. Se trata de analizar y clasificar esas preocupaciones. Lo podemos hacer escribiendo o simplemente de cabeza:

  • Hay que preguntarse si esa preocupación tiene fundamento, si tengo pruebas o no. Por ejemplo: «si me olvido de devolverle la camiseta a mi mejor amiga seguro que se enfada conmigo». No tengo pruebas que demuestren que eso ocurrirá. Y si pienso cómo actuaría yo si fuera ella la que olvida devolverme algo, seguro que la perdonaría sin más y no le daría importancia.
  • ¿Hay algo que yo pueda hacer? Si la respuesta es sí, simplemente lo haré o lo pondré en mi agenda para hacerlo cuando corresponda. Si la respuesta es no, entonces tendremos que intentar no darle más vueltas.

Todo lo anterior se puede aplicar a la vida en general. Y, ¿Qué más podemos hacer cuándo llega el momento de practicar? Sobre esto se han escrito miles y miles de palabras pero mi opinión es que cada persona tiene que encontrar su propia manera. Yo os voy a explicar algunas ideas a tener en cuenta:

  • Mientras practico, el hilo conductor de mi pensamiento debe ser la propia música. Yo, que soy castellana (ancha es Castilla), me imagino que el pensamiento es un camino largo y recto que en general sólo está rodeado de campo, y de vez en cuando aparece un sendero a uno u otro lado que nos lleva a otro sitio. La música es el camino principal, y los senderos son las preocupaciones. No pasa nada porque veamos el sendero, sólo no hay que dejarse llevar por él. Quizá algunos de vosotros habéis oído o leído sobre Mindfulness, que es una palabra muy de moda aunque simplemente significa algo tan viejo como estar a lo que estás haciendo. Muchas veces, se dice que en Mindfulness o meditación se deja la mente en blanco, pero eso, ¡¡¡es totalmente imposible!!!, la mente siempre necesita pensar en algo y lo que se hace en esas técnicas es pensar en la respiración. Igualmente, es imposible que no aparezcan esas distracciones o senderos así que no hay que enfadarse ni estresarse cuando ocurre, lo importante es dejarlo pasar rápidamente y seguir con lo que estábamos.
  • Para entrar en ese camino, al inicio de nuestra sesión de estudio es mejor empezar calentando con algo sencillo, así tendremos unos minutos para empezar a conectar con el instrumento y calmar nuestra mente de todo lo anterior que estábamos haciendo. No es lo mismo empezar tocando, por ejemplo, unos arpegios o escalas lentamente, que son patrones perfectamente reconocibles y conocidos, que empezar con el pasaje más complejo de la obra en el que tengo 3 voces y 4 cambios de pedales en un pulso. Seguramente podré practicar ese pasaje mucho mejor cuando haya permitido a mi mente alcanzar el punto de concentración plena.
  • Hay factores físicos que influyen en la capacidad de concentración como dormir bien, no tener hambre ni estar muy lleno, o el cansancio, así que en función de esto debemos organizar nuestras actividades diarias (cuando se puede). Alguna gente encuentra más fácil concentrarse por la mañana nada más desayunar y hay otra que le va mejor por la tarde-noche. Así que hay que aprovechar esas horas para hacer el trabajo que requiera una concentración más profunda.
  • Hay días que simplemente es demasiado difícil concentrarse por las razones que sean. En este caso yo recomiendo no tirar la toalla, porque si intentamos concentrarnos con toda nuestra intención y lo conseguimos, habremos fortalecido nuestra capacidad para concentrarnos. Y si probamos y vemos que realmente no funciona, podemos elegir practicar otra cosa que no nos suponga tanto esfuerzo, por ejemplo, en vez de intentar memorizar un pasaje en ese momento, quizá podemos practicar las escalas de otra parte de la obra para cuidar el sonido. Una cosa que me gusta hacer en momentos así es tocar una obra que ya conozco bien, porque así conecto más con el arpa, me recuerdo lo bonito que es tocar y lo bien que me lo paso y sirve para activar los canales de pensamiento que participan en la música. Después siempre encuentro más fácil recorrer el camino de la concentración.

Y ahora una curiosidad: siempre que veo a músicos de los buenísimos/famosísimos tocando, todos ellos parece que murmuran e incluso a veces se les siente tararear. (bueno, ¡los instrumentistas de viento no!) Para mí esa es la señal de que están totalmente concentrados y creo que lo que murmuran son las notas porque están cantando internamente la música. ¡Ese es el grado de concentración al que yo aspiro!

Os animo a comentar aquí los problemas de concentración que tenéis o ideas que habéis puesto en práctica para mejorar la concentración.

Distracción

Ilustraciones de slothilda.com

En el último artículo hablé de la concentración. Como vimos en las definiciones, una parte importante de la concentración es evitar que la mente se distraiga, que se vaya por las nubes.

Vamos a ver dos tipos de distracciones y como lidiar con ellas:

  • Externas: todo aquello que nos rodea y capta nuestra atención. Por ejemplo, cuando estoy estudiando y mis gatos entran en la habitación como un torbellino peleándose. O por ejemplo, los ruidos.
  • Internas: Nuestros propios pensamientos, planes, preocupaciones, que aparecen en cualquier situación y cuando menos te lo esperas.

Con las distracciones externas es sencillo, sólo hay que eliminarlas. Por ejemplo, si yo cierro la puerta mientras estudio, mis gatos no podrán entrar.

Una vez participé en una investigación universitaria de un amigo; querían medir el nivel de estrés que producían los ruidos ambientales y fue muy interesante. Primero te daban una hoja con preguntas sencillas que todo el mundo sabe, como palabras o multiplicaciones, y la respondías en silencio. Después, te daban las mismas preguntas pero mientras contestabas tenías unos auriculares puestos en los que sonaba ruido ambiental: el ruido del tráfico en hora punta, el de una cafetería abarrotada…y os aseguro que fue bastante difícil contestar toda la hoja de preguntas incluso cuando las había contestado bien 10 minutos antes. Además tardé más tiempo en completar la tarea. Por eso, como ya mencionamos en algún otro artículo, es esencial crear un ambiente de estudio que permita a nuestro cerebro estar lo más relajado posible para que pueda prestar atención a lo que estamos haciendo. Esto es clave en el proceso de aprendizaje y memorización. Os dejo el enlace al artículo mencionado por si no lo leísteis en su momento o queréis repasarlo: https://vidadearpista.home.blog/2019/10/30/herramientas-imprescindibles/

Pero, ¿Sabéis lo mejor? Que una vez aprendidas las obras, podemos usar las distracciones para prepararnos para las actuaciones. Recuerdo uno de mis primeros conciertos cuando tenía 16 años, en la iglesia de mi pueblo, estaba nerviosísima ya desde el día anterior y recuerdo perfectamente cómo cuando iba a empezar a tocar oía muchísimos ruidos del público, y además se oían como si hubiera 25 altavoces amplificándolos. En realidad, el público era muy educado y estaban todos en silencio pero mi estado de alerta me hacía percibirlo todo exageradamente. Hoy en día, cuando estoy en el escenario ¡no me entero de nada! Eso es porque durante mucho tiempo he usado todas esas distracciones para entrenarme en mantener mi mente en la música. Para ello podemos:

  • Tocar para nuestra familia y amigos simulando un concierto real.
  • Grabarnos tocando (en esta nos estamos volviendo expertos gracias a la cuarentena 😉).
  • Pedir a nuestros hermanos que nos distraigan a propósito, haciéndonos caras y bailando a nuestro alrededor, cantando a voces…
  • Si la canción que tocas está en Do mayor, tócala en do menor o un tono por encima o por debajo.
  • El otro día escuché una entrevista a una profesora de viola (Molly Gebrian, también especialista en neurociencias) que pone una grabación de la pieza que esté trabajando, la deja sonar durante unos cuantos compases y después empieza a tocar ella sin parar la grabación. Yo no lo he probado nunca, pero lo voy a hacer porque ¡Suena divertido!
  • Cambiar el arpa de sitio, por ejemplo a otra habitación.
  • Tocar en diferentes momentos del día, no a la hora que estamos acostumbrados

Por supuesto, cuantos más trucos pongamos en práctica, mejor sabremos lo que funciona para nosotros y lo que no. Lo ideal es tener una gran variedad de recursos y si los usamos regularmente nuestra concentración se verá fortalecida y estaremos preparados para el éxito.

La próxima semana la dedicaré a las distracciones internas. No dejéis de poner en práctica todos estas ideas y si os apetece nos contáis aquí cómo ha ido.

Concentración

Ah, esa gran palabra, que todos hemos oído con frecuencia. Nos dicen los profesores, los padres, que tenemos que concentrarnos para aprobar, para aprender mejor las lecciones, para meter canastas cuando jugamos con los amigos al baloncesto…

Veamos, ¿Qué es la concentración? El diccionario dice que es la acción por la que nos centramos. Centrarse, nos dice también el diccionario, es dirigir el interés o la atención hacia algo concreto. En inglés se dice focus, que es poner el foco sobre algo. Y además lo opuesto a concentración es distracción, que significa cosa que atrae la atención apartándola de aquello a que está aplicada.

Las palabras que yo destacaría aquí son dirigir y apartar. Dirigir porque la concentración es algo que hacemos conscientemente, no es algo espontáneo que surge de la nada. Y apartar porque parte de la concentración se hace resistiendo a esos pensamientos que nos vienen de repente y que quieren apartarnos de lo que estamos haciendo.

¿Y esto cómo se hace? Pues vamos a poner el foco sobre esto y lo vamos a alumbrar bien para verlo todo claro:

Cuando hacemos cualquier cosa, debemos pensar en lo que estamos haciendo: ponerme los zapatos, hacer la cama, etc. si no, puede que acabe con los zapatos en el pie que no es o con la almohada en el suelo. Lo mismo pasa cuando practicamos, si estamos pensando en el bocadillo que voy a merendar, es bastante probable que lo que toque no sea lo que está escrito en la partitura, y eso me llevará a pensar «no me ha salido, esto no se me da bien, etc». Muchas veces pensamos que no somos capaces de tocar algo, que no tenemos las habilidades necesarias o la técnica, pero en realidad lo único que necesitamos es poner toda nuestra atención en ello. Es así de sencillo. Y lo mejor es que ¡la concentración se practica!

Primero hay que elegir qué parte queremos practicar. Si nos ponemos a tocar la obra de principio a fin, lo que hacemos es pasear nuestra mente y nuestros dedos por la partitura, pero no estamos pensando en lo que hacemos. Puedo por ejemplo elegir un compás en el que siempre me paro.

Lo segundo es decidir qué es lo que necesita mejorar. ¿Es un pedal, una digitación, un salto entre dos acordes? Esto es muy importante, porque no se trata de tocar el compás 88 veces hasta que lo que sea que no funcionaba se arregle por sí mismo, se trata de que con toda nuestra intención, pensemos en esa cosa concreta, y así sólo tendremos que tocarlo unas cuantas veces. Cuando los profesores decimos que hay que tocar un pasaje 5-10 veces, no es un castigo, es precisamente para usar cada repetición de manera consciente, escuchando, colocando los dedos con precisión, atentos a cada nota y a cada movimiento que hacemos. Si en esas repeticiones te estás aburriendo, no lo estás haciendo bien. Si te concentras, no te sobrará un segundo para distraerte en otros pensamientos.

Vamos al trabajo concreto. Por ejemplo, ayer estaba tocando una frase con 4 acordes, los tres primeros iguales y el cuarto cambia. Aquí la cosa parece fácil, como el último es diferente, tengo que poner mi atención ahí. Lo que pasó fue que estaba tan concentrada en el acorde diferente que al tocar, pasaba directamente del primero al último!!! Hay que pensar en todo lo que estamos tocando, poner nuestra mente en cada acorde y cuando estoy tocando el tercero anticiparme un poco para poder reaccionar al cambio a tiempo.

Otra cosa que seguro os suena: «me sale la parte difícil pero luego fallo en la parte que mejor me sé» Claro, has puesto toda tu atención en esa parte más compleja y cuando llega la otra que te sabes muy bien te relajas, y tu atención se va a otra cosa. Nuestra atención debe ir pasando de una frase a la otra y seguir siempre adelante, no quedarnos pensando en la parte que ya hemos tocado. Esto también es bueno a la hora de afrontar obras largas, si yo voy pesando en una frase cada vez, lo llevaré mejor que si pienso que tengo 18 páginas por delante.

Ya os dicho como trabajar con concentración. ¿Y cómo se practica la concentración? Pues concentrándose. Quizá esperábais algún truco mágico o alguna fórmula especial, pero igual que ocurre con cualquier cosa de la vida cotidiana, lo mejor para aprender a hacer algo es hacerlo. Y si no, miradme a mí que llevo cinco días en casa poniéndome rulos para hacerme peinados de los años 50. El primer día me salió una patata de peinado y tardé mucho, pero hoy he tardado menos y el resultado ha sido aceptable. Estoy segura de que si lo hago con frecuencia en las próximas semanas, poco a poco iré mejorando y me quedará cada vez más bonito. Por eso es importantísimo que cuando estamos practicando no sólo practiquemos la música en sí, también debemos asegurarnos de que estamos practicando con nuestra mente puesta en la música. Cuánto más lo hagamos, menos esfuerzo nos costará y cada vez seremos capaces de mantener la concentración por más tiempo. Así cuando llegue el momento real de tocar ante el público, centrarnos en la música formará parte de nuestra rutina y no tendremos que hacer un esfuerzo titánico para llevar a cabo la actuación.

La partitura

Yo siempre desconfío de una partitura demasiado limpia. Si no tiene ni una sola anotación es bastante probable que el alumno que la haya tocado no haya estudiado la obra en profundidad.

Os dije en el último artículo que había algunas herramientas imprescindibles para estudiar bien, y para mi la más importante es el lápiz. Con él vamos a poder anotar todo tipo de indicaciones que nos ayuden a procesar la información de manera más rápida y eficaz. La partitura es un texto, y cuando tocamos debemos sacar toda la información musical que ofrece en cada momento: las notas, el ritmo, las dinámicas, respiraciones, articulación, fraseo, etc. y además nos da toda la información sobre cómo ejecutar ese pasaje: digitaciones, pedales, etc. Todo ello unido hace que para tocar una pequeña secuencia de varias notas debamos procesar mucha información en un solo instante y es por eso que tener un lápiz a mano nos va a servir de gran ayuda.

¿Qué cosas anotar en una partitura?

1/ Los pedales. Absolutamente imprescindible. Cuando una obra se mantiene todo el tiempo en una tonalidad y quizá en un par de momentos hace una modulación sencilla (por ejemplo, de Do Mayor a Sol Mayor) nos resulta fácil recordar los pedales que hemos cambiado y estar atentos al momento en que volverán a su sitio original, pero en obras con muchas modulaciones y alteraciones accidentales llevar la cuenta de todos esos cambios se convierte en una dura tarea y si podemos solucionarlo tan fácilmente como anotando los cambios de pedales a realizar, ¿por qué vamos a sufrir y perjudicar a la interpretación musical teniendo los pedales mal colocados todo el tiempo?

Los pedales se deben escribir de manera clara y ordenada, normalmente escribiremos los que cambia el pie izquierdo junto a la voz en clave de fa y los del pie derecho junto a la voz en clave de sol. Es importante anotarlos en el momento preciso en que vamos a moverlos, muchas veces de ello dependerá que reaccionemos con tiempo para hacer el cambio sin ruidos. Si hay dos pedales a la vez, uno de cada lado, se escribirán uno encima del otro. En la medida de lo posible escribiremos los pedales en el momento en que aparece la alteración; así es más fácil relacionarlos con la música y memorizarlos. A mi me gusta escribirlos en el centro entre los dos pentagramas, aunque esto ya es algo personal, lo importante es que los escribas donde vayas a poder leerlos sin tener que recorrer media partitura con la vista.

Me parece importante también que los pedales estén todos anotados antes de hacer la primera lectura tocando. Al hacer esto vamos a tener ya una primera idea de la estructura de la obra y haremos anotaciones con esquemas de pedales al inicio de cada sección. De esta manera ya tendremos la partitura lista para trabajarla. Dibujar esquemas de pedales en puntos clave es necesario también porque cuando practiquemos no vamos a empezar cada día desde el inicio de la obra si no que trabajaremos diferentes partes. Con estos diagramas de pedales tendremos claro cómo empieza cada sección y en qué tonalidad estamos en ese momento y no perderemos tiempo cada vez averiguando cómo había que colocarlos.

2/Digitaciones. Hay varias maneras de indicar qué dedos vamos a usar en cada frase. Una es escribiendo los números correspondientes a cada dedo, otra es poniendo corchetes que incluyan todas las notas que vamos a colocar a la vez. También podemos escribir ligaduras que indican que vamos a conectar un pasaje con otro, o pequeñas señales en forma de V que indican que vamos a «soltar», es decir, dejar nuestra mano fuera de las cuerdas.

Si con los pedales es importante anotarlos todos, en el caso de las digitaciones no es así. Poner números a todas y cada una de las notas sólo estorbará y además hará que dejemos de prestar atención a esas anotaciones. En este caso lo mejor es anotar las digitaciones que no sean lógicas o se salgan un poco de lo normal. Por ejemplo, si tengo mi re DO, lo lógico sería 1 2 3, pero si eso va seguido de un acorde de octava, mi re DO mi sol do, voy a necesitar tocar el primer do con el 4º dedo. En este caso con poner un 4 encima del do ya queda todo claro.

También anotaremos las digitaciones en algún pasaje en que debamos procesar muchas cosas a la vez, por ejemplo, las dos manos tocando cosas distintas a la vez, con dos cambios de pedales y además hay que hacer un acelerando. En ese momento nos va a servir de ayuda tener anotado todo para no tener que pensar extra.

3/ Enarmonías. En muchas ocasiones sustituimos una nota por su enarmónica porque eso hace que tengamos que cambiar menos pedales, o porque la música lo requiere, por ejemplo, en el Impromptu-caprice de Gabriel Pierné en el que hay que tocar dos mi b seguidos y usamos re # para el primero. Si cuando estamos aprendiendo este pasaje, al llegar ahí siempre tenemos que pararnos unos instantes a pensar qué nota era la que se sustituía, es mejor que anotemos al lado la nota real que vamos a tocar, o incluso borrar con tipex la nota escrita y dibujar la nueva con bolígrafo negro. Todo lo que nos facilite procesar la información merece la pena escribirlo.

4/ Armónicos. Tradicionalmente se escribe la nota real que vamos a tocar y va a producir un sonido una octava más agudo. Salzedo cambió esto y como explica en su método lo que él escribe es el sonido real, con lo que debemos tocar una octava por debajo. A mí esto siempre me ha resultado muy confuso e incómodo de procesar por lo que los escribo a la manera tradicional. Insisto,

todo lo que pueda ayudar a obtener toda la información de la partitura en el menor tiempo posible, hay que anotarlo.

Todas estas anotaciones hay que hacerlas ANTES de empezar a practicar una obra, no después de un mes cuando estamos cansados de que ese pasaje nunca nos salga. Es importante escribirlas a lápiz porque puede ocurrir que al tocar nos demos cuenta que había una opción mejor o que el pedal lo tengo que mover una corchea más tarde, etc.

Después, cuando ya estamos practicando la obra podemos añadir anotaciones para insistir en algo que se nos pasa por alto porque estamos ocupados con otra información, por ejemplo en un pasaje donde las manos tienen una coordinación entre sí complicada, quizá no podamos pensar a la vez en el crescendo y marcarlo puede ayudar.

OJO! Tan malo es no anotar nada como anotarlo absolutamente todo. Si rodeas el pedal con un círculo, el piano con otro, el enarmónico con otro, el crescendo con otro, al final sólo verás un montón de círculos que ocultan la información real. Además, si estudiamos conscientemente cada frase iremos incorporando todos los elementos que lo forman y hacer esto no será necesario. Imaginaos que para leer un libro tuviéramos que subrayar los espacios entre las palabras y rodear la coma con un círculo y pintar de un color las v… no funcionaría.

Hablando de colores, si os gusta adornar las partituras, no me parece mal, pero tened en cuenta que normalmente usamos rotuladores que son permanentes. Lo mejor es usarlos moderadamente y para cosas realmente necesarias.

Os dejo algunas fotos de ejemplos de partituras:

Ejemplo de diagramas de pedales
Ejemplo de enarmonías

Herramientas imprescindibles

Para practicar bien, debemos hacer uso de estos elementos. Deben estar siempre cerca o incluso en el atril si no se va a caer para poder utilizarlos inmediatamente sin tener que levantarnos a cogerlos o ponernos a dar vueltas por la habitación buscándolos.

El reloj sirve para tener un control del tiempo que empleamos y hacer los descansos oportunos. Si hemos hecho nuestro trabajo de planificación del estudio, sabremos que a una obra vamos a dedicarle 20 minutos, y a otra 30, por lo que necesitamos el reloj para poder cumplir con el plan. Ojo con los móviles, son el mayor foco de distracción. Si sóis capaces de mirar el reloj del teléfono sin distraeros con los mensajes, etc. lo podéis dejar cerca para mirar la hora, pero el 99% de la gente se distrae con él así que os recomiendo usar un reloj diferente, de muñeca, de mesa o de pared.

Aprovecho para deciros que el móvil debe estar siempre en silencio y sin lucecitas parpadeando, o incluso mejor, en otra habitación para evitar distracciones. Creo recordar que Joost Willemze en la charla que tuvo con arpistas en Arpaplus 2019 dijo que él lo pone en modo avión cada vez que practica.

La llave de afinar tambien hay que tenerla siempre a mano. Aunque antes de estudiar siempre afinamos el arpa, es posible que alguna cuerda se desajuste a lo largo del estudio y hay que volver a afinarla. También cuando tenemos cuerdas nuevas que hay que afinar continuamente.

El lápiz y la goma son necesarios también para realizar todas las anotaciones oportunas. La próxima semana el artículo se extenderá sobre este punto.

El ambiente: Igualmente importante ya que va a influir enormemente en nuestra concentración. El arpa debe estar en un sitio tranquilo donde no haya gente pasando o hablando continuamente, lejos de pantallas encendidas. Normalmente el salón de la casa no es un buen sitio por todo esto, es mejor en una habitación donde puedas estar tú sola, y que en caso de haber ruido puedas cerrar la puerta. Es muy difícil escuchar tu sonido o tus pensamientos cuando de fondo se oye el robot de cocina, a tus hermanos pequeños gritando y la televisión puesta. Además debe tener una buena iluminación para poder ver tanto la partitura como las cuerdas del arpa y que la temperatura sea agradable; no es bueno tocar con frío ya que los músculos se resienten.

Y por último, ya que pasamos muchas horas con el arpa, es agradable tener ese espacio como un rincón especial para nosotros. Podéis ponerlo bonito con fotos de vuestros conciertos o decorarlo con cositas de vuestros colores favoritos, poner frases que os inspiren,etc. ¡Yo tengo un atril con mariposas!

Volver a la casilla de salida

A veces estamos practicando un pasaje y nos quedamos atascados, parece que en vez de mejorar va a peor.

¿Qué hacer? Lo primero, no asustarse. El proceso de aprendizaje es complejo y en él influyen muchas cosas como nuestro estado físico (ese día podemos estar cansados), la dificultad misma de lo que estemos trabajando o el estrés que podamos tener debido a, por ejemplo, el examen de matemáticas de mañana. Todo ello influye en nuestra concentración.

Lo ideal sería poder alcanzar siempre un estado de concentración máximo para que nuestro aprendizaje fuera una línea que sube y sube pero normalmente se parece más a caminar en la nieve: avanzo varios pasos y retrocedo un poco para volver a avanzar un poco más. Si somos conscientes de esto seremos más felices practicando porque sabremos que esos momentos en que parece que retrocedemos son parte del proceso.

No hay que tener miedo de volver para atrás y revisar el pasaje desde cero: mirar sólo una voz, o sólo los pedales, o el pase entre un acorde y otro, bajar la velocidad el metrónomo,etc, para ir construyéndolo de nuevo. A menudo veo alumnos que leen algo por primera vez a una velocidad que no pueden controlar o que empiezan a trabajar un compás tocando directamente las dos manos a la vez sin haber comprendido antes qué hace cada voz por separado, ni tener anotados los pedales, o sin haber analizado qué recursos van a utilizar para tocarlo. Hacer esto sólo nos lleva a aprenderlo mal y eso hará que disminuya la confianza en nosotros mismos.

Por otro lado, veo que en ocasiones nos sentimos torpes o «tontos» por tener que volver sobre nuestros pasos, pero de nuevo, esto sólo nos aporta negatividad. No sé de dónde nos viene la idea de qué lo tenemos que hacer todo bien a la primera como si el proceso de es aprendizaje fuera algo super sencillo. Recordad todas las veces que los bebés se caen hasta que aprenden a andar.

Ya veis, es más inteligente y eficaz hacer todo lo necesario para aprender bien algo, incluso si es volver a tocar una sola nota de la pieza. Si lo enfocáis de esta manera podréis practicar conscientemente y sin sentimientos negativos.

Planificación

(Nota: este artículo está dirigido especialmente a los alumnos de Enseñanzas Profesionales.)

Para tener éxito en los estudios es fundamental planificar bien nuestro tiempo. Una buena planificación consiste en fijar las horas concretas en las que vamos a practicar, incluyéndolas en nuestro horario semanal y marcar los objetivos a cumplir en cada sesión de estudio. Esto lo hacemos en el diario de práctica. Podéis leer el artículo anterior aquí: https://vidadearpista.home.blog/2019/03/13/diario-de-practica/

Ahora que hemos comenzado el curso ya tenéis una idea del repertorio que váis a trabajar durante el trimestre y podéis hacer un cálculo de las horas semanales que necesitáis para cumplir los objetivos de esta primera parte del curso.

Consejos a la hora de planificar:

  • Tener en cuenta cuántas semanas dura el trimestre hasta la fecha del examen o audición.
  • Reservar unas horas determinadas cada día para la práctica de arpa. Si lo dejamos al azar es posible que llegue la siguiente clase y no hayamos estudiado nada. Es mejor decidir qué horas vamos a poder practicar, anotarlo en nuestro horario semanal y, por supuesto, ¡cumplirlo!
  • Es necesario también descansar, hay que planificar suficientes horas de práctica en la semana para que al menos un día podamos descansar del arpa. Es bueno para los músculos y también para liberar la mente.
  • No dejarlo todo para el final y estar preparado para imprevistos, por ejemplo, que nos inviten a participar en algún proyecto a mitad del trimestre o que tengamos un viaje de estudios con el colegio/instituto. En el caso de nuestro conservatorio sabéis que al final del primer trimestre tenemos un concierto de navidad y que si queréis tener la oportunidad de participar debéis tener preparado algo que tocar unas semanas antes del concierto cuando se hacen las propuestas para el mismo.
  • Es muy importante también llevar todo al día porque algunas veces tendremos que modificar nuestros planes para aprender las obras a tiempo. Por ejemplo, yo tengo una canción de 4 páginas y había planificado una página para cada semana pero en la primera semana he visto que me está costando más trabajo de lo que pensaba y voy a necesitar dedicarle más tiempo. Si llevo las otras obras al día podré usar más tiempo para esta pero si lo he dejado todo para el final seguramente me pondré a estudiar todo a lo loco repitiendo sin más y no conseguiré tocar bonita ni una obra ni las otras. Con el paso del tiempo nos iremos conociendo mejor y nuestros planes serán cada vez más realistas.

¿Cómo sé cuánto tiempo debo dedicar a cada obra?

En líneas generales yo siempre pienso que si el trimestre son 10 semanas, voy a utilizar las 4 primeras semanas para leer y comprender cada obra. Haré todo el trabajo de análisis, conocer las secciones, armonía, qué técnicas voy a utilizar para tocar cada pasaje, dónde voy a mover los pedales, qué digitaciones utilizaré, etc. Es el momento de experimentar y después decidir qué funciona mejor en cada pasaje para después fijarlo. De esta manera nos quedan otras 4 semanas para trabajar la velocidad, la memoria, la continuidad a lo largo de toda la obra y aún nos quedan 2 semanas más para ultimar detalles.

Es importante hacer un buen análisis inicial de la obra para saber cuántas secciones o páginas voy a practicar cada semana. Por ejemplo, una obra que tenga secciones A, B y A’. Si son secciones de 4 o 5 pentagramas, puedo planificar una sección por semana y la última semana repaso todo. Ahora, si cada sección tiene 5 páginas debo valorar en base a la complejidad de la obra si tendré tiempo de trabajar BIEN cada sección en una semana o si por el contrario necesitaré semana y media para cada parte. Digo BIEN en mayúsculas porque se trata de usar ese tiempo para conocer en profundidad el contenido de la partitura, el objetivo no es tocarlo todo en el tiempo establecido sin haberlo comprendido.

Por otro lado, es muy importante que cumplamos los plazos que nos marcamos. Si has decidido practicar algo durante media hora y al acabar el tiempo no está listo, es mejor pasar a lo siguiente planificado para ir avanzando y después en el diario de prácticas valorar por qué no has logrado el objetivo con esa obra: ¿No estaba concentrada? ¿Es más complejo de lo que creía? ¿Hay algo que no entiendo? ¿He utilizado técnicas de estudio adecuadas o simplemente he leído el pasaje una y otra vez? Creo que en esta valoración reside realmente el éxito de nuestros planes.

Así que, ya sabéis, coged papel y bolígrafo y ¡A planificar!

Silencios

Desde siempre me ha fascinado el cielo con sus constelaciones y estrellas, planetas, y demás elementos y tengo algún que otro libro de astronomía mitológica con el que he aprendido a encontrar las constelaciones.

Pues hace unos años, viajando por Perú, vi un mural en un templo Inca que me dejó
¡¡¡¡completamente alucinada!!!! Se trataba de un panel con un dibujo antiguo de las constelaciones Incas. Mi asombro fue tal porque para esta civilización las constelaciones no las formaban estrellas unidas como pasa en muchas otras culturas (Roma, Grecia, Árabe, China) sino que eran las manchas negras recortadas sobre la luz que se observan cuando miramos a la Vía Láctea. Todavía hoy me emociona recordarlo.

Me parece muy curioso que en la mayoría de culturas se valore la luz, lo que brilla y llama más la atención mientras que para los Incas, era la ausencia de luz lo que más importancia tenía.

Y ¿por qué os cuento esto? Además de ser una bonita historia os lo cuento porque en música los silencios son como esas manchas negras. Podría parecer que son algo vacío, sin contenido, equivalente a la nada, igual que el número cero, pero en realidad, esos silencios están llenos a rebosar de contenido y muchas veces los maltratamos y no les damos la importancia que tienen.

A menudo os veo leyendo partituras por primera vez y cuando aparece un silencio es como si fuera invisible y saltáis inmediatamente a la siguiente nota. Los silencios son tiempo, son aire, son reposo y son impulso para lo que viene después y sin ellos la música no se entendería bien, así que son tan necesarios como las notas.

Además, si ya cuando tocamos solos los silencios son imprescindibles para que la música tenga sentido, con más razón debemos tenerlos en cuenta cuando tocamos con otros instrumentos, ya sea en un grupo de arpas, en música de cámara o en orquesta. Ignorar un silencio tiene como consecuencia que nos adelantamos al grupo y todos tendrán que parar de tocar porque ya no tendrá sentido lo que está sonando. En orquesta también nos puede dar la sensación de estar caminando a ciegas, de repente todo nos suena familiar pero no somos capaces de reconocer nada.

Me pregunto si esto le ocurre a todos los instrumentistas o es algo más común para los instrumentos polifónicos. Os explico por qué: en nuestras partituras a menudo una voz tiene un silencio pero la otra está tocando. En ese punto centramos toda nuestra atención en la nota que sí hay que tocar y el silencio queda «anulado» en nuestra mente. Creo que esto puede contribuir a desarrollar ese mal hábito de ignorar los silencios y cuando aparece un silencio en todas las voces (ausencia total de sonido en ese pulso) lo ignoramos también.

Durante los 4 primeros compases aunque una voz tiene silencio, la otra continúa sonando. En los otros tres compases ambas tienen silencio a la vez.

Para corregir este mal hábito, tanto si leemos una sola voz o las dos simultáneamente, debemos dar a cada silencio su duración completa; así seremos más conscientes de su existencia y su peso. También podemos decir «Shhhh» en cada silencio para hacerlo completamente en tempo y además ¡es una forma divertida de practicar!. Otra manera es decir el número del pulso correspondiente; en el ejemplo de arriba al ser un compás de 2/4 la voz escrita en clave de sol tocaría en el 1 y en el silencio decimos 2. Yo prefiero trabajar con la voz porque me parece una forma más consciente de practicar; si utilizamos el pie para marcar los pulsos se convierte en algo mecánico y puede molestarnos apareciendo inconscientemente a todas horas.

Otro mal hábito es tocar más rápido cuando aparece un pasaje que podemos leer con más agilidad. En el ejemplo anterior, vamos tocando cada negra durante los 4 primeros compases pero al llegar al quinto de repente tocamos el doble de rápido y aunque estemos respetando el silencio, lo que el oído percibe es que siguen siendo negras. Así que siempre hay que respetar la equivalencia entre los diferentes valores de las notas: si yo he empezado tocando las negras a una velocidad, que sea siempre la misma, y si aparecen corcheas en la partitura, que duren exactamente la mitad que la negra. De esta manera desarrollaremos mucho mejor la percepción del tempo.

Por último, también encuentro que tenemos un poco de ansiedad en los silencios. Aparece uno y perdemos el equilibrio mental: «no estoy tocando ninguna nota, ¿qué se supone que debo hacer?, «date prisa, tienes que colocar tus dedos para seguir tocando» y el más temido: en público, durante los silencios largos, por ejemplo cuando al final de la obra hay una redonda y un calderón encima, somos más conscientes de que el público está ahí porque en ese momento no estamos ocupados pensando en dedos ni pedales. Lo que suele ocurrir en estas situaciones es que nos entra la prisa y el silencio nos queda más corto de lo que debiera. Pero si sentimos esos silencios, si les damos toda nuestra atención, podemos hacer que esos momentos no sean de pánico sino de magia, incluso podemos cerrar los ojos para concentrarnos más en la vibración que queda en el aire antes de apagar.

Si con esto aún no os he convencido de la importancia de los silencios, intentad leer el siguiente texto:
Había una vez un pato muy torpe del que se reía todo el mundo como era el hazmerreír del estaque todos le llamaban Pato Patoso y con ese nombre se quedó Pato Patoso estaba dispuesto a demostrar a todos que no era tan torpe como parecía tropezaba alguna que otra vez sí pero quién no lo ha hecho alguna vez pero cuanto más se esforzaba por no parecer que no era un torpe más veces metía la pata.

Raro, ¿verdad? Es porque he borrado los puntos, las comas, los signos de interrogación,etc. Y ¡eso es precisamente lo que hacen los silencios en la partitura!

Ahora que ya habéis visto lo que vale un silencio, os pido que cada vez que os encontréis uno ahí agarradito al pentagrama, lo cuidéis y le deis todo vuestro cariño, y que respetéis todo su valor para que no se sienta como un cero a la izquierda. Y si no, tendré que crear una Sociedad Protectora de Silencios para darlos en adopción 😉

Pedales

De todas las preguntas que me suelen hacer, una que siempre cae es: ¿Pero el arpa tiene pedales???? (con mucha cara de sorpresa). Y luego le sigue: ¿Para qué sirven? Seguro que a vosotros también os pasa.

Pues sirven para…
¡torturar a las arpistas!, jajaja. Eso es lo que podría parecer viendo esta obra de Henriette Renié que tiene más de 300 cambios de pedales, y¡sólo dura 3 minutos!

En realidad, los pedales son una gran ayuda ya que sirven para que podamos tocar notas alteradas, con sostenidos y bemoles. Anteriormente había clavijas y para poder cambiarlas había que utilizar las manos por lo que tocar música más compleja o con modulaciones a otras tonalidades se convertía en una tarea aparatosa. Gracias a los pedales podemos hacer estas modulaciones cómodamente y con fluidez.

Os presento los pedales:

Hay 7 pedales, uno por cada nota y como podéis ver en la imagen, cada pedal tiene 3 posiciones: arriba es bemol, en el medio becuadro y abajo sostenido.

Es muy beneficioso familiarizarse con los pedales para que cuando tengamos que usarlos y cambiarlos mientras tocamos todo vaya como la seda. Hay varios ejercicios que podemos hacer para ir aprendiendo dónde están situados los pedales y en qué orden están colocados. Lo más importante es que al hacer estos ejercicios no miremos a los pedales, hay que guiarse por el tacto sintiendo la palanca del pedal en la punta del pie.

  • Empezando con todos los pedales en bemol tocaremos una escala cromática ascendente usando el segundo dedo en cada nota, muy fácil, para poder poner toda nuestra atención en los pedales:

  • Este mismo ejercicio se puede hacer empezando con todos los pedales en su posición central (becuadro), y cambiarlos a sostenido.
  • Además podemos tocar escalas en cada tonalidad, de manera que tendremos que ir colocando los pedales para cada una de ellas. (¡y de paso nos sirve para repasar la teoría!). En este caso, empezaremos con las tonalidades ordenadas: 1#, 2#, 3#, etc. y lo mismo con los bemoles. Después ya podemos probar a tocar diferentes tonalidades al azar. Y hay que hacer las escalas mayores y menores.

Consejos:

  • Colocar siempre los pies en los pedales Do y Fa para tenerlos listos en cuanto haya que mover algún pedal ya que al estar en el centro podemos llegar a todos ellos fácilmente. Además evitaremos darle alguna patada a los pedales cuando estemos tocando y nos llevemos un sobresalto al ver una marca de pedal en la partitura.
  • Apoyar la parte del pie que une todos los dedos. Si sólo apoyamos la punta de los dedos no podremos bajar bien el pedal.
  • Intentar dejar siempre el talón apoyado en el suelo. En algunas ocasiones para subir el pedal a la posición de bemol debemos levantar la pierna, pero debemos buscar hacerlo lo menos posible ya que esto hace que nuestra espalda se carge de tensión. Por esta misma razón yo intento en la medida de lo posible cambiar sólo un pedal cada vez. Por ejemplo, si tengo que cambiar Do y Fa en el mismo momento siempre pienso cual puedo mover un poquito antes y así equilibro mi peso entre las dos piernas.
  • Los pies son traviesos y a veces se mueven sin que se lo mandes. En obras en las que hay que cambiar varios pedales seguidos, a veces me encuentro que mi pie izquierdo estaba en el pedal de Do y que tengo que volver a mover ese pedal, pero mi pie se ha ido al pedal de al lado. Una buena manera de practicar estos pasajes es hacer primero los movimientos de pedal mientras cantamos la melodía o marcamos el pulso con palmas, de manera que moveremos los pedales exactamente en la parte del compás que corresponda. A continuación practicaremos cada voz junto con los pedales y por último lo uniremos todo. De esta manera podemos focalizar nuestra atención en lo que hacen los pies y ver si están «paseando» de un pedal a otro innecesariamente. Que sepáis que incluso han inventado una caja de pedales para practicar. Yo no he tenido ocasión de probarlo pero me parece fantástico que a las arpistas se les ocurran este tipo de recursos para mejorar y enriquecer nuestro mundo. https://chromharp66.com/2018/01/20/pedal-pad/