¿Por qué practicar técnica?

Nos dice mi amiga la RAE (Real Academia de la lengua Española) que técnica es el conjunto de procedimientos y recursos de que se sirve una ciencia o un arte. También se define técnica como la habilidad para ejecutar cualquier cosa.

Aplicada al arpa, la técnica será todo lo que nos de la capacidad de realizar cualquier movimiento que la obra musical requiera, por intrincado o acrobático que sea, con nuestros dedos, brazos y pies, con agilidad y soltura. La técnica es lo que va a permitir que nos expresemos tal y como queramos: podemos tener ideas musicales muy buenas, pero si nuestros recursos técnicos para reproducirlas no funcionan, ¡no podremos expresarlas! Imaginaos lo que sería querer decir algo importante y no poder porque no supiéramos como utilizar nuestras cuerdas vocales y nuestros labios y lengua para producir los sonidos adecuados con nuestra voz. ¡Sería como estar encerrado!

Cuando tenemos una buena técnica, nuestros dedos hacen lo que nosotros queremos, no «lo que pueden» y tenemos un control total sobre cómo queremos tocar cada nota, con qué volumen, en qué momento preciso, con limpieza, con el timbre deseado. La técnica da alas a la mente, y cuando tocas una obra con una buena técnica sientes que todo se desliza como la seda y que estás apoyado en un pilar enorme que te da todo el sustento para tocar con agilidad, sin dificultad. Os aseguro que esta sensación es de libertad total, y cuando la sientes, es adictiva, siempre quieres volver a sentirte así cuando tocas.

Pero, si no me sale algo en una obra, practico ese movimiento/patrón concreto y ya está, ¿No?… ¡Absolutamente no! Las diferentes técnicas (intervalos, escalas, acordes) son complementarias, y todas ellas contribuyen a una mayor habilidad y estabilidad por lo que será mucho más fácil hacer un movimiento o patrón concreto con nuestros dedos, si todas las técnicas están al máximo nivel, que si sólo somos especialistas en una de ellas. Si yo fuera jugadora de baloncesto, practicaría tiros a canasta. En un partido real tengo que ocuparme de pensar en los rivales y va todo muy rápido, hay distracciones externas, etc. Necesito haber entrenado los movimientos y la mente para, en una milésima de segundo, ser capaz de analizar la situación y calibrar cómo voy a tirar para encestar. Si yo practico los tiros a puerta siempre desde un mismo punto, con el mismo balón, sólo estaré preparada para tirar desde ahí. En cambio, debería practicar tiros desde diferentes ángulos y distancias, parada, en carrera, saltando, con balones diferentes, etc. Eso me dará un amplio conocimiento de todos los factores que pueden influir en un tiro a canasta para que mi respuesta sea siempre lo más acertada posible cuando debo lanzar durante un partido.

Eso mismo pasa cuando practicamos escalas, arpegios, armónicos, apagados, etc. Debo practicarlos en todos los registros del arpa, a diferentes velocidades, y dinámicas, haciendo crescendo o diminuendo, con diferentes ritmos, acentos, escalas ascendentes, descendentes… en definitiva todas las posibilidades que se puedan presentar en una obra musical.

Como veis, cuando ejercitamos la técnica no hay tiempo para aburrirse, ya que hay que observar, escuchar, analizar, calibrar, y por último ejecutar. En realidad, ¡es un trabajo bastante completo!

Acrobacias

¿Alguna vez tenéis la sensación de que vuestros dedos son pequeños trapecistas de circo saltando por las cuerdas? ¡Yo sí!

A veces me parece que hacemos saltos dignos de un buen espectáculo de circo y para poder llegar a la nota exacta tenemos que mirar a la cuerda que tocaremos con los ojos bien abiertos. Y además, practicar el salto muchas veces.

Pero la mayoría de las veces no hay que realizar saltos, vamos tocando cuerdas que están cercanas unas a otras y podemos tocar sin mirar al arpa. Necesitamos confiar en nuestros dedos, igual que no vamos mirando al suelo a cada paso que damos, si no, solamente cuando el suelo es irregular o es un terreno peligroso.

Muchas veces nos volvemos locos llevando muy rápidamente la vista de la partitura a una mano y a la otra, pero casi siempre hay una de las dos manos que podemos tocar sin mirar y podemos prestar más atención a la otra.

Os invito a que hagáis la prueba con este pasaje. Cerrad los ojos y tocarlo.

Si os ha salido bien es porque vuestra mente es capaz de calcular las distancias exactas de una cuerda a la siguiente, tanto si es un intervalo grande o pequeño, por tanto, podemos confiar en nuestra mano y prestar más atención a la otra si es necesario.

Que la mente sea capaz de hacer esos cálculos tan complejos, ¡Es maravilloso!, Pero no creáis que es algo mágico e inexplicable. Todo esto es posible gracias a que hemos desarrollado la memoria muscular.

La memoria muscular es la capacidad de nuestro cerebro para hacer cálculos instantáneos sobre la distancia, fuerza, etc, que debe ordenar a los músculos para que éstos lleven a cabo una acción. Por ejemplo, todos subimos escaleras con normalidad pero si visitamos algún edificio antiguo en el que los pasos son más altos que las escaleras actuales, en el primer paso nuestro pie quizá roce el borde del escalón, pero al segundo ya habrá recibido la orden de levantarse un poco más y podremos subir esta escalera con total normalidad.

Cuando hacemos esos ejercicios de tocar terceras, siempre con el pulgar y segundo dedo, o quintas con el tercero y el pulgar, acordes, y otros patrones, lo que estamos haciendo es enseñar a nuestro cerebro esas distancias específicas. Por ello es importante que «siempre» usemos los mismos dedos para la misma distancia. Pongo siempre con «» porque hay montones de excepciones, pero no deben dejar de ser precisamente eso, excepciones.

Si para tocar una octava unas veces uso el cuarto dedo y otras el tercero sin pensarlo, nuestra memoria muscular se hará un lío, lo mismo ocurre con una melodía cualquiera. Ejemplo:

Así que si no queréis tener que hacer acrobacias constantemente, prestad atención a las digitaciones adecuadas y podréis tener total confianza en que os saldrá sin mirar.