Expectativas

Estaba dando un paseo con mi bici y he ido hasta uno de mis sitios favoritos: un embarcadero al final de la ciudad, un poco apartado.

Me he sentado a respirar, disfrutar de las vistas, llenarme de belleza, de sol, de alegría, y al mirar al agua me ha decepcionado un poco ver todos los nenúfares apelotonados. Se ve algo sucio y desordenado porque hay algunos que están ya descomponiéndose, hay restos de polen, mosquitos… Y he pensado «uff, esto no es tan poético como parecía».

Vaya, ¿resulta que la vida real no es poética? ¡Para nada! Lo que ocurre es que estamos acostumbrados a la foto perfecta, a las vidas ideales de las películas, y eso hace que la realidad a veces nos parezca un poco mustia.

Es importante no perder nunca la realidad de vista, tener presente que lo real, lo auténtico, siempre tendrá alguna hoja muerta o algún mosquito pero eso no va a impedirnos disfrutar de la belleza del conjunto.

Os doy una pista: cuando digo mosquitos, hojas muertas, estoy hablando de «los temidos fallos» de los que habláis tras cada actuación.

¿Vosotros qué preferís? La foto perfecta trucada y maquillada o la foto real con todos sus más y sus menos?

Cuando nos preparamos para una actuación hay que imaginarse cómo será, trabajar la visualización. Por un lado, la visualización de la música en sí para entrenar la concentración y que seamos capaces de expresar todo lo que hemos aprendido con esa obra y todo lo que significa para nosotros esa música.

Por otro lado, igual de necesario es practicar la visualización de la actuación en sí: imaginarnos la sala, a nosotros mismos tocando, imaginarnos cómo saludaremos al público algo nerviosos, imaginarnos cómo irá la actuación: todos sabemos cuáles son nuestros puntos débiles en una obra, ese pasaje que se nos resiste o un pedal que se nos olvida,y cuando imaginamos nuestra actuación hay que visualizar también esos pequeños incidentes que sin duda ocurrirán y visualizar cómo nos sobreponemos a ellos y seguimos adelante centrándonos en lo que tenemos que hacer a continuación y no quedarnos «rumiando» sobre ese incidente.

La gran mayoría de las veces nos enfrentamos a nuestros conciertos con esa imagen ideal y perfecta de la obra, impecable, libre de fallos 100%, ¡Pero eso no es realista! Y al crear esas expectativas tan inalcanzables el resultado inevitable será que por muy bonita que haya sido la música que tocamos, nunca estaremos satisfechos, y es muy frustrante no sentir satisfacción después de un gran esfuerzo como el que supone aprender e interpretar en público.

Creo que el camino a la felicidad pasa por aceptarnos y querernos como humanos imperfectos que somos.

Distracción. Parte 2.

El campo charro

Hoy hablaremos de todos esos pensamientos que irrumpen en nuestra mente cuando menos te lo esperas y hacen que dejemos de prestar atención a lo que estábamos haciendo. Estos pensamientos suelen ser cosas que tenemos pendientes como: «que no se me olvide hacer los deberes de matemáticas para mañana»; o preocupaciones como: «¿y si suspendo el examen de historia?».

Hay algunos trucos para evitar este tipo de pensamientos que no he inventado yo, los he ido aprendiendo leyendo libros o en Internet. En el artículo anterior vimos maneras de impedir que el exterior entre en nuestra mente, ahora vamos a hacer al contrario: sacar todos esos pensamientos fuera para que no nos interrumpan.

Para las cosas pendientes lo mejor es tener una agenda o lista de tareas donde vamos apuntando todo. Es por eso que hacemos la lista de la compra: si yo tengo que recordarme cada media hora que debo comprar leche y brócoli, y esto, y aquello, eso está ocupando mucho espacio en mis pensamientos, en cambio, si cada vez que se termina algún ingrediente lo apunto, no tengo que pensar más en ello hasta que voy al supermercado con mi lista. Si además asignamos un momento concreto a lo que tenemos que hacer no nos estresará el olvidarlo o no tener tiempo para hacerlo. Por ejemplo, seguro que os ha pasado que estáis practicando y pensando todo el rato «tengo que hacer el trabajo de ciencias, no me va a dar tiempo». Pero si has puesto en tu agenda que vas a estudiar arpa de 5 a 6 y luego hacer el trabajo de 6:30 a 8:30, tú ya sabes qué vas a hacer y cuándo y eso elimina mucho estrés mental.

Para las preocupaciones, es un poquito más complicado. No es posible tener cero preocupaciones, forma parte de la vida, pero sí podemos hacer algo para minimizar en lo posible la cantidad y la importancia que le demos. Se trata de analizar y clasificar esas preocupaciones. Lo podemos hacer escribiendo o simplemente de cabeza:

  • Hay que preguntarse si esa preocupación tiene fundamento, si tengo pruebas o no. Por ejemplo: «si me olvido de devolverle la camiseta a mi mejor amiga seguro que se enfada conmigo». No tengo pruebas que demuestren que eso ocurrirá. Y si pienso cómo actuaría yo si fuera ella la que olvida devolverme algo, seguro que la perdonaría sin más y no le daría importancia.
  • ¿Hay algo que yo pueda hacer? Si la respuesta es sí, simplemente lo haré o lo pondré en mi agenda para hacerlo cuando corresponda. Si la respuesta es no, entonces tendremos que intentar no darle más vueltas.

Todo lo anterior se puede aplicar a la vida en general. Y, ¿Qué más podemos hacer cuándo llega el momento de practicar? Sobre esto se han escrito miles y miles de palabras pero mi opinión es que cada persona tiene que encontrar su propia manera. Yo os voy a explicar algunas ideas a tener en cuenta:

  • Mientras practico, el hilo conductor de mi pensamiento debe ser la propia música. Yo, que soy castellana (ancha es Castilla), me imagino que el pensamiento es un camino largo y recto que en general sólo está rodeado de campo, y de vez en cuando aparece un sendero a uno u otro lado que nos lleva a otro sitio. La música es el camino principal, y los senderos son las preocupaciones. No pasa nada porque veamos el sendero, sólo no hay que dejarse llevar por él. Quizá algunos de vosotros habéis oído o leído sobre Mindfulness, que es una palabra muy de moda aunque simplemente significa algo tan viejo como estar a lo que estás haciendo. Muchas veces, se dice que en Mindfulness o meditación se deja la mente en blanco, pero eso, ¡¡¡es totalmente imposible!!!, la mente siempre necesita pensar en algo y lo que se hace en esas técnicas es pensar en la respiración. Igualmente, es imposible que no aparezcan esas distracciones o senderos así que no hay que enfadarse ni estresarse cuando ocurre, lo importante es dejarlo pasar rápidamente y seguir con lo que estábamos.
  • Para entrar en ese camino, al inicio de nuestra sesión de estudio es mejor empezar calentando con algo sencillo, así tendremos unos minutos para empezar a conectar con el instrumento y calmar nuestra mente de todo lo anterior que estábamos haciendo. No es lo mismo empezar tocando, por ejemplo, unos arpegios o escalas lentamente, que son patrones perfectamente reconocibles y conocidos, que empezar con el pasaje más complejo de la obra en el que tengo 3 voces y 4 cambios de pedales en un pulso. Seguramente podré practicar ese pasaje mucho mejor cuando haya permitido a mi mente alcanzar el punto de concentración plena.
  • Hay factores físicos que influyen en la capacidad de concentración como dormir bien, no tener hambre ni estar muy lleno, o el cansancio, así que en función de esto debemos organizar nuestras actividades diarias (cuando se puede). Alguna gente encuentra más fácil concentrarse por la mañana nada más desayunar y hay otra que le va mejor por la tarde-noche. Así que hay que aprovechar esas horas para hacer el trabajo que requiera una concentración más profunda.
  • Hay días que simplemente es demasiado difícil concentrarse por las razones que sean. En este caso yo recomiendo no tirar la toalla, porque si intentamos concentrarnos con toda nuestra intención y lo conseguimos, habremos fortalecido nuestra capacidad para concentrarnos. Y si probamos y vemos que realmente no funciona, podemos elegir practicar otra cosa que no nos suponga tanto esfuerzo, por ejemplo, en vez de intentar memorizar un pasaje en ese momento, quizá podemos practicar las escalas de otra parte de la obra para cuidar el sonido. Una cosa que me gusta hacer en momentos así es tocar una obra que ya conozco bien, porque así conecto más con el arpa, me recuerdo lo bonito que es tocar y lo bien que me lo paso y sirve para activar los canales de pensamiento que participan en la música. Después siempre encuentro más fácil recorrer el camino de la concentración.

Y ahora una curiosidad: siempre que veo a músicos de los buenísimos/famosísimos tocando, todos ellos parece que murmuran e incluso a veces se les siente tararear. (bueno, ¡los instrumentistas de viento no!) Para mí esa es la señal de que están totalmente concentrados y creo que lo que murmuran son las notas porque están cantando internamente la música. ¡Ese es el grado de concentración al que yo aspiro!

Os animo a comentar aquí los problemas de concentración que tenéis o ideas que habéis puesto en práctica para mejorar la concentración.

Distracción

Ilustraciones de slothilda.com

En el último artículo hablé de la concentración. Como vimos en las definiciones, una parte importante de la concentración es evitar que la mente se distraiga, que se vaya por las nubes.

Vamos a ver dos tipos de distracciones y como lidiar con ellas:

  • Externas: todo aquello que nos rodea y capta nuestra atención. Por ejemplo, cuando estoy estudiando y mis gatos entran en la habitación como un torbellino peleándose. O por ejemplo, los ruidos.
  • Internas: Nuestros propios pensamientos, planes, preocupaciones, que aparecen en cualquier situación y cuando menos te lo esperas.

Con las distracciones externas es sencillo, sólo hay que eliminarlas. Por ejemplo, si yo cierro la puerta mientras estudio, mis gatos no podrán entrar.

Una vez participé en una investigación universitaria de un amigo; querían medir el nivel de estrés que producían los ruidos ambientales y fue muy interesante. Primero te daban una hoja con preguntas sencillas que todo el mundo sabe, como palabras o multiplicaciones, y la respondías en silencio. Después, te daban las mismas preguntas pero mientras contestabas tenías unos auriculares puestos en los que sonaba ruido ambiental: el ruido del tráfico en hora punta, el de una cafetería abarrotada…y os aseguro que fue bastante difícil contestar toda la hoja de preguntas incluso cuando las había contestado bien 10 minutos antes. Además tardé más tiempo en completar la tarea. Por eso, como ya mencionamos en algún otro artículo, es esencial crear un ambiente de estudio que permita a nuestro cerebro estar lo más relajado posible para que pueda prestar atención a lo que estamos haciendo. Esto es clave en el proceso de aprendizaje y memorización. Os dejo el enlace al artículo mencionado por si no lo leísteis en su momento o queréis repasarlo: https://vidadearpista.home.blog/2019/10/30/herramientas-imprescindibles/

Pero, ¿Sabéis lo mejor? Que una vez aprendidas las obras, podemos usar las distracciones para prepararnos para las actuaciones. Recuerdo uno de mis primeros conciertos cuando tenía 16 años, en la iglesia de mi pueblo, estaba nerviosísima ya desde el día anterior y recuerdo perfectamente cómo cuando iba a empezar a tocar oía muchísimos ruidos del público, y además se oían como si hubiera 25 altavoces amplificándolos. En realidad, el público era muy educado y estaban todos en silencio pero mi estado de alerta me hacía percibirlo todo exageradamente. Hoy en día, cuando estoy en el escenario ¡no me entero de nada! Eso es porque durante mucho tiempo he usado todas esas distracciones para entrenarme en mantener mi mente en la música. Para ello podemos:

  • Tocar para nuestra familia y amigos simulando un concierto real.
  • Grabarnos tocando (en esta nos estamos volviendo expertos gracias a la cuarentena 😉).
  • Pedir a nuestros hermanos que nos distraigan a propósito, haciéndonos caras y bailando a nuestro alrededor, cantando a voces…
  • Si la canción que tocas está en Do mayor, tócala en do menor o un tono por encima o por debajo.
  • El otro día escuché una entrevista a una profesora de viola (Molly Gebrian, también especialista en neurociencias) que pone una grabación de la pieza que esté trabajando, la deja sonar durante unos cuantos compases y después empieza a tocar ella sin parar la grabación. Yo no lo he probado nunca, pero lo voy a hacer porque ¡Suena divertido!
  • Cambiar el arpa de sitio, por ejemplo a otra habitación.
  • Tocar en diferentes momentos del día, no a la hora que estamos acostumbrados

Por supuesto, cuantos más trucos pongamos en práctica, mejor sabremos lo que funciona para nosotros y lo que no. Lo ideal es tener una gran variedad de recursos y si los usamos regularmente nuestra concentración se verá fortalecida y estaremos preparados para el éxito.

La próxima semana la dedicaré a las distracciones internas. No dejéis de poner en práctica todos estas ideas y si os apetece nos contáis aquí cómo ha ido.

Concentración

Ah, esa gran palabra, que todos hemos oído con frecuencia. Nos dicen los profesores, los padres, que tenemos que concentrarnos para aprobar, para aprender mejor las lecciones, para meter canastas cuando jugamos con los amigos al baloncesto…

Veamos, ¿Qué es la concentración? El diccionario dice que es la acción por la que nos centramos. Centrarse, nos dice también el diccionario, es dirigir el interés o la atención hacia algo concreto. En inglés se dice focus, que es poner el foco sobre algo. Y además lo opuesto a concentración es distracción, que significa cosa que atrae la atención apartándola de aquello a que está aplicada.

Las palabras que yo destacaría aquí son dirigir y apartar. Dirigir porque la concentración es algo que hacemos conscientemente, no es algo espontáneo que surge de la nada. Y apartar porque parte de la concentración se hace resistiendo a esos pensamientos que nos vienen de repente y que quieren apartarnos de lo que estamos haciendo.

¿Y esto cómo se hace? Pues vamos a poner el foco sobre esto y lo vamos a alumbrar bien para verlo todo claro:

Cuando hacemos cualquier cosa, debemos pensar en lo que estamos haciendo: ponerme los zapatos, hacer la cama, etc. si no, puede que acabe con los zapatos en el pie que no es o con la almohada en el suelo. Lo mismo pasa cuando practicamos, si estamos pensando en el bocadillo que voy a merendar, es bastante probable que lo que toque no sea lo que está escrito en la partitura, y eso me llevará a pensar «no me ha salido, esto no se me da bien, etc». Muchas veces pensamos que no somos capaces de tocar algo, que no tenemos las habilidades necesarias o la técnica, pero en realidad lo único que necesitamos es poner toda nuestra atención en ello. Es así de sencillo. Y lo mejor es que ¡la concentración se practica!

Primero hay que elegir qué parte queremos practicar. Si nos ponemos a tocar la obra de principio a fin, lo que hacemos es pasear nuestra mente y nuestros dedos por la partitura, pero no estamos pensando en lo que hacemos. Puedo por ejemplo elegir un compás en el que siempre me paro.

Lo segundo es decidir qué es lo que necesita mejorar. ¿Es un pedal, una digitación, un salto entre dos acordes? Esto es muy importante, porque no se trata de tocar el compás 88 veces hasta que lo que sea que no funcionaba se arregle por sí mismo, se trata de que con toda nuestra intención, pensemos en esa cosa concreta, y así sólo tendremos que tocarlo unas cuantas veces. Cuando los profesores decimos que hay que tocar un pasaje 5-10 veces, no es un castigo, es precisamente para usar cada repetición de manera consciente, escuchando, colocando los dedos con precisión, atentos a cada nota y a cada movimiento que hacemos. Si en esas repeticiones te estás aburriendo, no lo estás haciendo bien. Si te concentras, no te sobrará un segundo para distraerte en otros pensamientos.

Vamos al trabajo concreto. Por ejemplo, ayer estaba tocando una frase con 4 acordes, los tres primeros iguales y el cuarto cambia. Aquí la cosa parece fácil, como el último es diferente, tengo que poner mi atención ahí. Lo que pasó fue que estaba tan concentrada en el acorde diferente que al tocar, pasaba directamente del primero al último!!! Hay que pensar en todo lo que estamos tocando, poner nuestra mente en cada acorde y cuando estoy tocando el tercero anticiparme un poco para poder reaccionar al cambio a tiempo.

Otra cosa que seguro os suena: «me sale la parte difícil pero luego fallo en la parte que mejor me sé» Claro, has puesto toda tu atención en esa parte más compleja y cuando llega la otra que te sabes muy bien te relajas, y tu atención se va a otra cosa. Nuestra atención debe ir pasando de una frase a la otra y seguir siempre adelante, no quedarnos pensando en la parte que ya hemos tocado. Esto también es bueno a la hora de afrontar obras largas, si yo voy pesando en una frase cada vez, lo llevaré mejor que si pienso que tengo 18 páginas por delante.

Ya os dicho como trabajar con concentración. ¿Y cómo se practica la concentración? Pues concentrándose. Quizá esperábais algún truco mágico o alguna fórmula especial, pero igual que ocurre con cualquier cosa de la vida cotidiana, lo mejor para aprender a hacer algo es hacerlo. Y si no, miradme a mí que llevo cinco días en casa poniéndome rulos para hacerme peinados de los años 50. El primer día me salió una patata de peinado y tardé mucho, pero hoy he tardado menos y el resultado ha sido aceptable. Estoy segura de que si lo hago con frecuencia en las próximas semanas, poco a poco iré mejorando y me quedará cada vez más bonito. Por eso es importantísimo que cuando estamos practicando no sólo practiquemos la música en sí, también debemos asegurarnos de que estamos practicando con nuestra mente puesta en la música. Cuánto más lo hagamos, menos esfuerzo nos costará y cada vez seremos capaces de mantener la concentración por más tiempo. Así cuando llegue el momento real de tocar ante el público, centrarnos en la música formará parte de nuestra rutina y no tendremos que hacer un esfuerzo titánico para llevar a cabo la actuación.

Mirar en nuestro interior

He estado todo el fin de semana bailando. Me lo paso genial, y también es un proceso de aprendizaje profundo. Se parece bastante a aprender a tocar un instrumento: se necesita coordinación, concentración, memorizar, y ponerle estilo.

En una de las clases tenía que aprender una coreografía, estaba fijándome en la profesora para no perderme, pero me salía regular. Hasta que dejé de mirarla a ella y me centré en los movimientos que hacía mi cuerpo. Ahí todo empezó a encajar, incluso los giros me salieron más elegantes que antes, porque estaba sacando toda la información de dentro hacia afuera y no al contrario. Al mirar a la profesora estaba centrada en cómo se tenía que ver la secuencia de pasos y no en lo que mi cabeza tenía que mandar a mis músculos para crear esos movimientos. De repente, en la clase no había nadie, ni profesora, ni compañeros, sólo era yo y la música, y funcionó.

Lo mismo me pasa cuando toco. Antes siempre ponía el foco en cómo escucharía mis obras el público, o mi profesora, o mis compañeros, lo que pensarían de ello. En lugar de eso, ahora cuando toco sólo estamos mi arpa, mi música y yo. Eso no quiere decir que haya que ignorar al público, el público es gente amiga, han venido porque quieren escucharte. A mí me gusta mirar a las butacas, sonreír y hablar un poco entre obra y obra para compartir mis ideas con ellos. Pero después, cuando toco, ya no pienso en qué pensarán, pienso en todo lo que necesito hacer en cada momento para que mi interpretación sea lo que yo quiero que sea.

Por supuesto, todo esto se trabaja en cada hora que pasamos practicando, ya hablé de ello en un artículo anterior.https://vidadearpista.home.blog/2019/03/21/reflexiones-y-reflejos/

Cuando practicamos, debemos hacer el esfuerzo de hacerlo completamente concentrados, poniendo el foco en la música y todo lo que debo pensar en cada momento para poder ejecutarla como yo quiero. Si, durante la práctica, a menudo somos capaces de alcanzar ese estado óptimo de concentración, cuando llegue el momento de actuar ante el público será parte de nuestra rutina y no un esfuerzo titánico.

Yo me tomo un par de minutos antes de empezar a practicar para marcarme un objetivo a conseguir en esa hora y para visualizar el momento de la actuación concreta en que la voy a interpretar. Además, intento «limpiar» mi cabeza de pensamientos negativos o de estados de ánimo que no me permiten concentrarme. Por ejemplo, ayer estaba disgustada porque mis gatos habían roto algo en casa, pero antes de tocar pensé «bueno, ya está, se ha roto y no se puede reparar, pero si sigo disgustada, mi hora de práctica también se estropeará por sentirme así, mejor dejarlo en el pasado ya que no tiene solución y concentrarme».

Herramientas imprescindibles

Para practicar bien, debemos hacer uso de estos elementos. Deben estar siempre cerca o incluso en el atril si no se va a caer para poder utilizarlos inmediatamente sin tener que levantarnos a cogerlos o ponernos a dar vueltas por la habitación buscándolos.

El reloj sirve para tener un control del tiempo que empleamos y hacer los descansos oportunos. Si hemos hecho nuestro trabajo de planificación del estudio, sabremos que a una obra vamos a dedicarle 20 minutos, y a otra 30, por lo que necesitamos el reloj para poder cumplir con el plan. Ojo con los móviles, son el mayor foco de distracción. Si sóis capaces de mirar el reloj del teléfono sin distraeros con los mensajes, etc. lo podéis dejar cerca para mirar la hora, pero el 99% de la gente se distrae con él así que os recomiendo usar un reloj diferente, de muñeca, de mesa o de pared.

Aprovecho para deciros que el móvil debe estar siempre en silencio y sin lucecitas parpadeando, o incluso mejor, en otra habitación para evitar distracciones. Creo recordar que Joost Willemze en la charla que tuvo con arpistas en Arpaplus 2019 dijo que él lo pone en modo avión cada vez que practica.

La llave de afinar tambien hay que tenerla siempre a mano. Aunque antes de estudiar siempre afinamos el arpa, es posible que alguna cuerda se desajuste a lo largo del estudio y hay que volver a afinarla. También cuando tenemos cuerdas nuevas que hay que afinar continuamente.

El lápiz y la goma son necesarios también para realizar todas las anotaciones oportunas. La próxima semana el artículo se extenderá sobre este punto.

El ambiente: Igualmente importante ya que va a influir enormemente en nuestra concentración. El arpa debe estar en un sitio tranquilo donde no haya gente pasando o hablando continuamente, lejos de pantallas encendidas. Normalmente el salón de la casa no es un buen sitio por todo esto, es mejor en una habitación donde puedas estar tú sola, y que en caso de haber ruido puedas cerrar la puerta. Es muy difícil escuchar tu sonido o tus pensamientos cuando de fondo se oye el robot de cocina, a tus hermanos pequeños gritando y la televisión puesta. Además debe tener una buena iluminación para poder ver tanto la partitura como las cuerdas del arpa y que la temperatura sea agradable; no es bueno tocar con frío ya que los músculos se resienten.

Y por último, ya que pasamos muchas horas con el arpa, es agradable tener ese espacio como un rincón especial para nosotros. Podéis ponerlo bonito con fotos de vuestros conciertos o decorarlo con cositas de vuestros colores favoritos, poner frases que os inspiren,etc. ¡Yo tengo un atril con mariposas!

Volver a la casilla de salida

A veces estamos practicando un pasaje y nos quedamos atascados, parece que en vez de mejorar va a peor.

¿Qué hacer? Lo primero, no asustarse. El proceso de aprendizaje es complejo y en él influyen muchas cosas como nuestro estado físico (ese día podemos estar cansados), la dificultad misma de lo que estemos trabajando o el estrés que podamos tener debido a, por ejemplo, el examen de matemáticas de mañana. Todo ello influye en nuestra concentración.

Lo ideal sería poder alcanzar siempre un estado de concentración máximo para que nuestro aprendizaje fuera una línea que sube y sube pero normalmente se parece más a caminar en la nieve: avanzo varios pasos y retrocedo un poco para volver a avanzar un poco más. Si somos conscientes de esto seremos más felices practicando porque sabremos que esos momentos en que parece que retrocedemos son parte del proceso.

No hay que tener miedo de volver para atrás y revisar el pasaje desde cero: mirar sólo una voz, o sólo los pedales, o el pase entre un acorde y otro, bajar la velocidad el metrónomo,etc, para ir construyéndolo de nuevo. A menudo veo alumnos que leen algo por primera vez a una velocidad que no pueden controlar o que empiezan a trabajar un compás tocando directamente las dos manos a la vez sin haber comprendido antes qué hace cada voz por separado, ni tener anotados los pedales, o sin haber analizado qué recursos van a utilizar para tocarlo. Hacer esto sólo nos lleva a aprenderlo mal y eso hará que disminuya la confianza en nosotros mismos.

Por otro lado, veo que en ocasiones nos sentimos torpes o «tontos» por tener que volver sobre nuestros pasos, pero de nuevo, esto sólo nos aporta negatividad. No sé de dónde nos viene la idea de qué lo tenemos que hacer todo bien a la primera como si el proceso de es aprendizaje fuera algo super sencillo. Recordad todas las veces que los bebés se caen hasta que aprenden a andar.

Ya veis, es más inteligente y eficaz hacer todo lo necesario para aprender bien algo, incluso si es volver a tocar una sola nota de la pieza. Si lo enfocáis de esta manera podréis practicar conscientemente y sin sentimientos negativos.

Reflexiones y reflejos

Una vez Isabel Moretti me dijo: «estoy segura de que estudias mal». Fue en una masterclass en el Conservatorio de Ámsterdam y me lo dijo con mucho cariño, amable como es ella. Pero, ¡cuánta razón tenía!

Durante años, buscando mi camino como arpista profesional, sentí muchas veces que no estaba a la altura por mis inseguridades, pensaba que mis nervios eran una pesadilla que a menudo arruinaba todos mis esfuerzos. Por eso hace mucho que tengo clarísimo que para ser músico hay que trabajar mucho más la mente que los dedos ya que ella puede ser nuestro peor enemigo o convertirse en el mejor aliado que tengamos.

Así que he aprendido a estudiar mejor, y no me refiero a hacer mis ejercicios de técnica o usar el metrónomo, todo eso ya lo hacía antes. Lo que he aprendido es a darle la importancia justa a mis horas de estudio. Lo que haga en ese tiempo se va a reflejar en mis actuaciones, tanto lo bueno como lo malo, ya hablamos de ello en el artículo https://vidadearpista.home.blog/2019/01/15/el-truco-de-las-10-repeticiones/ donde vimos que la práctica hace la permanencia.

Por un lado debemos procurar siempre que nuestro tiempo de estudio sea lo más productivo posible y para ello la clave es ser conscientes de lo que estamos haciendo en cada momento. Si en vez de tocar una y otra vez hasta que «me sale», me paro a pensar qué tengo que mejorar en ese pasaje y cómo voy a hacerlo, qué trucos, ejercicios, etc voy a usar, aprenderé mucho más rápido y mejor.

Os voy a contar una experiencia que tuve hace poco tocando con la banda municipal de Don Benito. Tenía que tocar el solo de Afrodita del Olimpo de los dioses (Obra de Óscar Navarro) y en el ensayo general empiezo a tocar y la parte más compleja me sale bien, pero justo lo que va después, que son unos simples acordes, no. Y mi cabeza ya empieza con su run-run: «esto que era más fácil me ha salido mal, cómo puede ser, me estoy poniendo nerviosa, en el concierto no sé si me saldrá bien, etc) Seguro que os suena. Más tarde, pensando en ello, me di cuenta que ese pasaje de acordes, como era «fácil» en realidad nunca me había salido bien en casa (bien quiere decir limpio, con un sonido claro y ligero como yo quería). Siempre había pasado por esos compases de puntillas (sin ser consciente), sin pararme a trabajar el sonido que quería conseguir. Conclusión: a menudo en el pasado me habré puesto nerviosa y me he sentido mal pensando que todo lo que había practicado se perdía cuando estaba en el escenario, y que los nervios eran algo insuperable, cuando en realidad lo que había practicado se había reflejado tal cual, como un espejo. Ese día aprendí una lección importantísima porque he visto que aunque me ponga nerviosa soy perfectamente capaz de tocar todo tal como lo he practicado. No eran los nervios los que habían arruinado mis conciertos si no mi manera de practicar.

«Estar relajado no es igual a estar concentrado»

Por otro lado, es muy importante trabajar la concentración a diario, porque todo lo que hagamos ayudará a que ganemos confianza en nosotros mismos o la perdamos. Si yo hago un «ensayo de concierto» una semana o dos antes de la actuación y no me concentro y empiezo a tener despistes tontos, me va a quedar la sensación de que no me ha salido bien, que no me sé bien la obra, y eso hará que el día señalado me ponga nerviosa. No sólo debemos practicar la concentración y la preparación mental cuando ya tenemos la obra lista si no desde el primer día que empezamos a leerla. Es importante darnos cuenta que en casa no estamos nerviosos porque no hay público, pero no tener nervios no es igual a estar concentrados. A menudo cuando estamos en casa estudiando, no pensamos ni de lejos en que algún día en el futuro próximo tocaremos esas obras en un concierto y ahí estamos, tan relajados, estudiando en modo automático. Si somos conscientes de que lo que hacemos en realidad es prepararnos para actuar, seremos más exigentes con lo que hacemos y nos esforzaremos en trabajar la concentración y la mente positiva en cada paso del proceso, no sólo al final cuando ya tenemos la obra bien aprendida.

Un consejo que creo muy útil para la práctica diaria es hacer un calentamiento previo en el que ademas de trabajar la parte física con ejercicios de técnica,también tomaremos un tiempo para alcanzar ese estado de concentración óptimo y poder sacar el máximo partido a nuestro tiempo de estudio.

Cada día de estudio es una oportunidad para brillar en nuestros conciertos,
¡¡¡cada día cuenta!!!

Cómo aprovechar la clase al máximo

No sé vosotros, pero a mí una hora de clase se me hace corta. Siempre me quedo con ganas de poder enseñaros un truco más, o escuchar algún pasaje una última vez. O que me contéis alguna cosa de vuestra vida.

Quizá estéis pensando que no es así, que es una hora entera, 60 minutos uno tras otro, pero en relación al resto de la semana, el rato que pasamos en la clase es sólo un momento fugaz y por eso tenemos que atesorarlo y mimarlo y hacer todo lo posible porque resulte productivo.

Es un poco parecido a cuando vamos al médico. En 5 minutos el doctor te va a explicar qué medicamentos tienes que tomar, cómo tomarlos, y si tienes que cambiar algunos hábitos de tu vida como tomar más agua. Si no prestamos toda la atención de que somos capaces en estos 5 minutos,
¡no sabremos qué hacer el resto de la semana!

Así que lo primero que debemos hacer para aprovechar bien la clase es estar muy atentos y concentrarnos al máximo. A veces estamos cansados y nos cuesta más mantener la concentración pero es necesario esforzarse porque pasará una semana entera hasta que tengamos de nuevo la oportunidad de aprender.

Así mismo es esencial practicar con regularidad durante toda la semana. Es importante aclarar que la hora de clase no es el momento en el que practicamos. Esa hora sirve para que el profesor vea nuestra evolución y analice qué aspectos hemos desarrollado con éxito y cuáles necesitan un nuevo enfoque, o refuerzo técnico, etc. y para que el profesor nos enseñe los recursos que necesitamos aplicar en nuestro tiempo de estudio para seguir avanzando tanto en la obra concreta que estemos trabajando en ese momento, como en nuestra evolución general como músicos.

También quiero resaltar que la falta de regularidad en el estudio, además de no tener los resultados positivos mencionados, tiene resultados muy negativos: si yo no evoluciono de una clase a la siguiente, el profesor volverá a repetirme las cosas que me dijo en la clase anterior, y eso resulta muy aburrido. Cuando este proceso se repite a lo largo de varias semanas, entramos en un estado de tedio, cansancio y falta de motivación tanto hacia la clase como hacia el instrumento en sí.

Una herramienta realmente útil es un diario de clase y práctica. En él, el profesor enumerará todo lo que debemos trabajar durante la semana así como anotaciones y consejos sobre qué aspectos debemos prestar más atención; por ejemplo, fijarnos en la posición de un dedo concreto, o evitar ruidos («cerdeos») al tocar un determinado pasaje. Además, durante la práctica, nos servirá de guía para planificar nuestro tiempo y podemos ir anotando todo lo necesario como dudas, trucos que no nos están funcionando, a qué velocidad he llegado ese día con el metrónomo para saber dónde continuar al día siguiente, etc.

Por último, no os quedéis nunca con ninguna duda ni tengáis miedo de preguntar en la clase. Una de las cosas que me encantan de estar aprendiendo a bailar swing, es que me tengo que poner en el papel de alumna. Muchas veces he preguntado dudas a la profesora y al hacerlo me he dado cuenta que otros alumnos tenían la misma pregunta. Si nadie pide al profesor que resuelva nuestras dudas, nos quedamos todos sin saberlo y sin mejorar ese paso o movimiento. A veces incluso podemos llegar a tener la sensación de que el profesor nos dice cosas contrarias y si no preguntamos el por qué podemos llegar a pensar que cada día nos dice una cosa diferente y que no podemos confiar en que lo que ha dicho es así.
Las clases de instrumento son individuales así que no podemos esperar a que otro compañero pregunte por nosotros.

Ya sabéis, ¡preguntad siempre!

¿Cuándo estoy practicando y cuándo interpretando?

Ahora que estamos en época de concursos y audiciones me parece interesante hablar de la diferencia entre practicar e interpretar. Está claro que interpretamos cuando estamos ante el público, pero, ¿y en casa?

Una vez que tengamos una obra lista para ser presentada en público, es vital practicar la interpretación. Sí amigos, la práctica de una obra no termina cuando ya conocemos todos sus elementos y podemos tocar cada nota con soltura y comodidad. Después de eso hay mucho que podemos hacer para que cuando la toquemos delante del público disfrutemos y seamos capaces de reflejar todo lo que hemos trabajado y las ideas musicales que hemos desarrollado en esa pieza.

Para practicar la interpretación primero debemos tener claro si vamos a tocar con la partitura o de memoria porque vamos a «reproducir» nuestra actuación tal como será en la sala de concierto. Si has elegido tocar de memoria, no esperes al último día para probar a tocar sin la partitura. Desde YA debes practicar a tocar la obra entera retirando el atril de la vista porque eso te ayudará a ponerte en la situación.

En ambos casos (de memoria o con partitura), debes conocer a fondo la estructura de la obra, hacer un itinerario o mapa mental con las ideas principales de la pieza porque eso te va a servir de guía y te va a ayudar a mantener la concentración. (Como os conté en el último artículo no es lo mismo pensar en correr 5 kilómetros de golpe, que ir pensando en 1, luego en otro, y otro).

Vamos a utilizar la visualización: imaginaremos la sala de concierto y el público. Cuantos más detalles podamos añadir, más real nos parecerá la situación. Cuando tocamos en el conservatorio tenemos una ventaja porque ya conocemos la sala, hasta podemos ver el color rojo de las sillas y el cuadro del fondo. Intentamos también visualizar el arpa que usaremos, la posición en la que estaré frente al público, etc. Cada detalle cuenta.

Y ahora viene la mejor parte: ¡sonreír! He aprendido que sonreír al salir al escenario elimina el 90% de la tensión. Al principio lo hacía de manera planificada, me obligaba a ello porque me vi en un vídeo de una actuación y no me gustó nada la cara tan seria que ponía, pero poco a poco empezó a salirme de manera natural y sincera y ahora no necesito ni pensarlo. (Ojo, estoy hablando de sonreír al salir al escenario, no de estar pensando en sonreír durante todo el tiempo que dure la pieza que toco).

Así que el proceso será:

  • Preparar nuestro escenario (poner el arpa en su sitio, colocar el atril o retirarlo, incluso podemos colocar delante alguna silla para que parezca el público).
  • Repasar mentalmente el mapa de la obra.
  • Salgo al escenario, saludo y sonrío.
  • Me siento, me concentro en las primeras notas de la obra cantando mentalmente, RESPIRO, y ¡allá vamos!

Todo esto nos ayuda a ponernos en situación, y a crear esa sensación de tensión que aparece cuando tocamos en público. Cuanto más familiarizados estemos con esa sensación, mejor sabremos tratarla.

La otra parte de este proceso consiste en trabajar la concentración total durante la obra. La principal diferencia con la práctica reside en que cuando practicamos estamos registrando todos los puntos débiles que tenemos porque esas son las cosas que debemos trabajar para mejorar. En el caso de la práctica cuando detectamos alguno d esos puntos, paramos y lo trabajamos. Ahora no. Ahora se trata de tocar de principio a fin, centrándonos en todos los aspectos realmente musicales, los fraseos, la intención, el sentimiento que queremos transmitir en un momento determinado, y lo más importante, nos entrenamos para que cuando ocurra algún accidente no nos paremos. Seguiremos adelante y pensando en lo que viene a continuación. Como sabéis, el cerebro sólo puede pensar en una cosa a la vez; si me quedo pensando que en un pasaje el dedo se me ha ido a otra cuerda, o que el pedal ha hecho ruido, no podré pensar en lo que estoy tocando justo ahora y es muy fácil que ahí ocurra otro accidente, que nos llevará a otro y a otro.

Para practicar la interpretación a fondo debemos hacer esto cada día, incluso varias veces a diferentes horas. También hay trucos que podemos utilizar para crear situaciones en las que nos resulte más difícil concentrarnos:

  • Cambia el arpa de sitio, si puedes llévala a otra habitación de la casa. Si no es posible, sólo con girarla desde su posición habitual ya vas a tener una sensación diferente.
  • Prueba a tocar con diferentes arpas, en el conservatorio puedes practicar la concentración cada día en un instrumento diferente.
  • Invita a familiares y amigos a escucharte.
  • Toca la obra a diferentes horas del día.
  • Toca muy muy muy lento porque es mucho más difícil mantener la concentración. Si consigues llegar al final, no habrá concierto que se te resista!

Dos consejos finales:

Al terminar de tocar, en vez de pensar en todos esos accidentes que hayan podido ocurrir, pensad en 3 cosas positivas de vuestra interpretación. Lo de trabajar los accidentes lo dejáis para otro momento en el que estéis practicando y no interpretando.

Aprended las obras con tiempo para poder dedicar unas dos o tres semanas a practicar la interpretación. En el caso de las audiciones en el conservatorio, sabéis que siempre se realizan al final del trimestre, y si participáis en algún concurso, sabéis la fecha exacta así que haced un plan con fechas concretas para poner todo esto en práctica.