Distracción. Parte 2.

El campo charro

Hoy hablaremos de todos esos pensamientos que irrumpen en nuestra mente cuando menos te lo esperas y hacen que dejemos de prestar atención a lo que estábamos haciendo. Estos pensamientos suelen ser cosas que tenemos pendientes como: «que no se me olvide hacer los deberes de matemáticas para mañana»; o preocupaciones como: «¿y si suspendo el examen de historia?».

Hay algunos trucos para evitar este tipo de pensamientos que no he inventado yo, los he ido aprendiendo leyendo libros o en Internet. En el artículo anterior vimos maneras de impedir que el exterior entre en nuestra mente, ahora vamos a hacer al contrario: sacar todos esos pensamientos fuera para que no nos interrumpan.

Para las cosas pendientes lo mejor es tener una agenda o lista de tareas donde vamos apuntando todo. Es por eso que hacemos la lista de la compra: si yo tengo que recordarme cada media hora que debo comprar leche y brócoli, y esto, y aquello, eso está ocupando mucho espacio en mis pensamientos, en cambio, si cada vez que se termina algún ingrediente lo apunto, no tengo que pensar más en ello hasta que voy al supermercado con mi lista. Si además asignamos un momento concreto a lo que tenemos que hacer no nos estresará el olvidarlo o no tener tiempo para hacerlo. Por ejemplo, seguro que os ha pasado que estáis practicando y pensando todo el rato «tengo que hacer el trabajo de ciencias, no me va a dar tiempo». Pero si has puesto en tu agenda que vas a estudiar arpa de 5 a 6 y luego hacer el trabajo de 6:30 a 8:30, tú ya sabes qué vas a hacer y cuándo y eso elimina mucho estrés mental.

Para las preocupaciones, es un poquito más complicado. No es posible tener cero preocupaciones, forma parte de la vida, pero sí podemos hacer algo para minimizar en lo posible la cantidad y la importancia que le demos. Se trata de analizar y clasificar esas preocupaciones. Lo podemos hacer escribiendo o simplemente de cabeza:

  • Hay que preguntarse si esa preocupación tiene fundamento, si tengo pruebas o no. Por ejemplo: «si me olvido de devolverle la camiseta a mi mejor amiga seguro que se enfada conmigo». No tengo pruebas que demuestren que eso ocurrirá. Y si pienso cómo actuaría yo si fuera ella la que olvida devolverme algo, seguro que la perdonaría sin más y no le daría importancia.
  • ¿Hay algo que yo pueda hacer? Si la respuesta es sí, simplemente lo haré o lo pondré en mi agenda para hacerlo cuando corresponda. Si la respuesta es no, entonces tendremos que intentar no darle más vueltas.

Todo lo anterior se puede aplicar a la vida en general. Y, ¿Qué más podemos hacer cuándo llega el momento de practicar? Sobre esto se han escrito miles y miles de palabras pero mi opinión es que cada persona tiene que encontrar su propia manera. Yo os voy a explicar algunas ideas a tener en cuenta:

  • Mientras practico, el hilo conductor de mi pensamiento debe ser la propia música. Yo, que soy castellana (ancha es Castilla), me imagino que el pensamiento es un camino largo y recto que en general sólo está rodeado de campo, y de vez en cuando aparece un sendero a uno u otro lado que nos lleva a otro sitio. La música es el camino principal, y los senderos son las preocupaciones. No pasa nada porque veamos el sendero, sólo no hay que dejarse llevar por él. Quizá algunos de vosotros habéis oído o leído sobre Mindfulness, que es una palabra muy de moda aunque simplemente significa algo tan viejo como estar a lo que estás haciendo. Muchas veces, se dice que en Mindfulness o meditación se deja la mente en blanco, pero eso, ¡¡¡es totalmente imposible!!!, la mente siempre necesita pensar en algo y lo que se hace en esas técnicas es pensar en la respiración. Igualmente, es imposible que no aparezcan esas distracciones o senderos así que no hay que enfadarse ni estresarse cuando ocurre, lo importante es dejarlo pasar rápidamente y seguir con lo que estábamos.
  • Para entrar en ese camino, al inicio de nuestra sesión de estudio es mejor empezar calentando con algo sencillo, así tendremos unos minutos para empezar a conectar con el instrumento y calmar nuestra mente de todo lo anterior que estábamos haciendo. No es lo mismo empezar tocando, por ejemplo, unos arpegios o escalas lentamente, que son patrones perfectamente reconocibles y conocidos, que empezar con el pasaje más complejo de la obra en el que tengo 3 voces y 4 cambios de pedales en un pulso. Seguramente podré practicar ese pasaje mucho mejor cuando haya permitido a mi mente alcanzar el punto de concentración plena.
  • Hay factores físicos que influyen en la capacidad de concentración como dormir bien, no tener hambre ni estar muy lleno, o el cansancio, así que en función de esto debemos organizar nuestras actividades diarias (cuando se puede). Alguna gente encuentra más fácil concentrarse por la mañana nada más desayunar y hay otra que le va mejor por la tarde-noche. Así que hay que aprovechar esas horas para hacer el trabajo que requiera una concentración más profunda.
  • Hay días que simplemente es demasiado difícil concentrarse por las razones que sean. En este caso yo recomiendo no tirar la toalla, porque si intentamos concentrarnos con toda nuestra intención y lo conseguimos, habremos fortalecido nuestra capacidad para concentrarnos. Y si probamos y vemos que realmente no funciona, podemos elegir practicar otra cosa que no nos suponga tanto esfuerzo, por ejemplo, en vez de intentar memorizar un pasaje en ese momento, quizá podemos practicar las escalas de otra parte de la obra para cuidar el sonido. Una cosa que me gusta hacer en momentos así es tocar una obra que ya conozco bien, porque así conecto más con el arpa, me recuerdo lo bonito que es tocar y lo bien que me lo paso y sirve para activar los canales de pensamiento que participan en la música. Después siempre encuentro más fácil recorrer el camino de la concentración.

Y ahora una curiosidad: siempre que veo a músicos de los buenísimos/famosísimos tocando, todos ellos parece que murmuran e incluso a veces se les siente tararear. (bueno, ¡los instrumentistas de viento no!) Para mí esa es la señal de que están totalmente concentrados y creo que lo que murmuran son las notas porque están cantando internamente la música. ¡Ese es el grado de concentración al que yo aspiro!

Os animo a comentar aquí los problemas de concentración que tenéis o ideas que habéis puesto en práctica para mejorar la concentración.

Distracción

Ilustraciones de slothilda.com

En el último artículo hablé de la concentración. Como vimos en las definiciones, una parte importante de la concentración es evitar que la mente se distraiga, que se vaya por las nubes.

Vamos a ver dos tipos de distracciones y como lidiar con ellas:

  • Externas: todo aquello que nos rodea y capta nuestra atención. Por ejemplo, cuando estoy estudiando y mis gatos entran en la habitación como un torbellino peleándose. O por ejemplo, los ruidos.
  • Internas: Nuestros propios pensamientos, planes, preocupaciones, que aparecen en cualquier situación y cuando menos te lo esperas.

Con las distracciones externas es sencillo, sólo hay que eliminarlas. Por ejemplo, si yo cierro la puerta mientras estudio, mis gatos no podrán entrar.

Una vez participé en una investigación universitaria de un amigo; querían medir el nivel de estrés que producían los ruidos ambientales y fue muy interesante. Primero te daban una hoja con preguntas sencillas que todo el mundo sabe, como palabras o multiplicaciones, y la respondías en silencio. Después, te daban las mismas preguntas pero mientras contestabas tenías unos auriculares puestos en los que sonaba ruido ambiental: el ruido del tráfico en hora punta, el de una cafetería abarrotada…y os aseguro que fue bastante difícil contestar toda la hoja de preguntas incluso cuando las había contestado bien 10 minutos antes. Además tardé más tiempo en completar la tarea. Por eso, como ya mencionamos en algún otro artículo, es esencial crear un ambiente de estudio que permita a nuestro cerebro estar lo más relajado posible para que pueda prestar atención a lo que estamos haciendo. Esto es clave en el proceso de aprendizaje y memorización. Os dejo el enlace al artículo mencionado por si no lo leísteis en su momento o queréis repasarlo: https://vidadearpista.home.blog/2019/10/30/herramientas-imprescindibles/

Pero, ¿Sabéis lo mejor? Que una vez aprendidas las obras, podemos usar las distracciones para prepararnos para las actuaciones. Recuerdo uno de mis primeros conciertos cuando tenía 16 años, en la iglesia de mi pueblo, estaba nerviosísima ya desde el día anterior y recuerdo perfectamente cómo cuando iba a empezar a tocar oía muchísimos ruidos del público, y además se oían como si hubiera 25 altavoces amplificándolos. En realidad, el público era muy educado y estaban todos en silencio pero mi estado de alerta me hacía percibirlo todo exageradamente. Hoy en día, cuando estoy en el escenario ¡no me entero de nada! Eso es porque durante mucho tiempo he usado todas esas distracciones para entrenarme en mantener mi mente en la música. Para ello podemos:

  • Tocar para nuestra familia y amigos simulando un concierto real.
  • Grabarnos tocando (en esta nos estamos volviendo expertos gracias a la cuarentena 😉).
  • Pedir a nuestros hermanos que nos distraigan a propósito, haciéndonos caras y bailando a nuestro alrededor, cantando a voces…
  • Si la canción que tocas está en Do mayor, tócala en do menor o un tono por encima o por debajo.
  • El otro día escuché una entrevista a una profesora de viola (Molly Gebrian, también especialista en neurociencias) que pone una grabación de la pieza que esté trabajando, la deja sonar durante unos cuantos compases y después empieza a tocar ella sin parar la grabación. Yo no lo he probado nunca, pero lo voy a hacer porque ¡Suena divertido!
  • Cambiar el arpa de sitio, por ejemplo a otra habitación.
  • Tocar en diferentes momentos del día, no a la hora que estamos acostumbrados

Por supuesto, cuantos más trucos pongamos en práctica, mejor sabremos lo que funciona para nosotros y lo que no. Lo ideal es tener una gran variedad de recursos y si los usamos regularmente nuestra concentración se verá fortalecida y estaremos preparados para el éxito.

La próxima semana la dedicaré a las distracciones internas. No dejéis de poner en práctica todos estas ideas y si os apetece nos contáis aquí cómo ha ido.

Concentración

Ah, esa gran palabra, que todos hemos oído con frecuencia. Nos dicen los profesores, los padres, que tenemos que concentrarnos para aprobar, para aprender mejor las lecciones, para meter canastas cuando jugamos con los amigos al baloncesto…

Veamos, ¿Qué es la concentración? El diccionario dice que es la acción por la que nos centramos. Centrarse, nos dice también el diccionario, es dirigir el interés o la atención hacia algo concreto. En inglés se dice focus, que es poner el foco sobre algo. Y además lo opuesto a concentración es distracción, que significa cosa que atrae la atención apartándola de aquello a que está aplicada.

Las palabras que yo destacaría aquí son dirigir y apartar. Dirigir porque la concentración es algo que hacemos conscientemente, no es algo espontáneo que surge de la nada. Y apartar porque parte de la concentración se hace resistiendo a esos pensamientos que nos vienen de repente y que quieren apartarnos de lo que estamos haciendo.

¿Y esto cómo se hace? Pues vamos a poner el foco sobre esto y lo vamos a alumbrar bien para verlo todo claro:

Cuando hacemos cualquier cosa, debemos pensar en lo que estamos haciendo: ponerme los zapatos, hacer la cama, etc. si no, puede que acabe con los zapatos en el pie que no es o con la almohada en el suelo. Lo mismo pasa cuando practicamos, si estamos pensando en el bocadillo que voy a merendar, es bastante probable que lo que toque no sea lo que está escrito en la partitura, y eso me llevará a pensar «no me ha salido, esto no se me da bien, etc». Muchas veces pensamos que no somos capaces de tocar algo, que no tenemos las habilidades necesarias o la técnica, pero en realidad lo único que necesitamos es poner toda nuestra atención en ello. Es así de sencillo. Y lo mejor es que ¡la concentración se practica!

Primero hay que elegir qué parte queremos practicar. Si nos ponemos a tocar la obra de principio a fin, lo que hacemos es pasear nuestra mente y nuestros dedos por la partitura, pero no estamos pensando en lo que hacemos. Puedo por ejemplo elegir un compás en el que siempre me paro.

Lo segundo es decidir qué es lo que necesita mejorar. ¿Es un pedal, una digitación, un salto entre dos acordes? Esto es muy importante, porque no se trata de tocar el compás 88 veces hasta que lo que sea que no funcionaba se arregle por sí mismo, se trata de que con toda nuestra intención, pensemos en esa cosa concreta, y así sólo tendremos que tocarlo unas cuantas veces. Cuando los profesores decimos que hay que tocar un pasaje 5-10 veces, no es un castigo, es precisamente para usar cada repetición de manera consciente, escuchando, colocando los dedos con precisión, atentos a cada nota y a cada movimiento que hacemos. Si en esas repeticiones te estás aburriendo, no lo estás haciendo bien. Si te concentras, no te sobrará un segundo para distraerte en otros pensamientos.

Vamos al trabajo concreto. Por ejemplo, ayer estaba tocando una frase con 4 acordes, los tres primeros iguales y el cuarto cambia. Aquí la cosa parece fácil, como el último es diferente, tengo que poner mi atención ahí. Lo que pasó fue que estaba tan concentrada en el acorde diferente que al tocar, pasaba directamente del primero al último!!! Hay que pensar en todo lo que estamos tocando, poner nuestra mente en cada acorde y cuando estoy tocando el tercero anticiparme un poco para poder reaccionar al cambio a tiempo.

Otra cosa que seguro os suena: «me sale la parte difícil pero luego fallo en la parte que mejor me sé» Claro, has puesto toda tu atención en esa parte más compleja y cuando llega la otra que te sabes muy bien te relajas, y tu atención se va a otra cosa. Nuestra atención debe ir pasando de una frase a la otra y seguir siempre adelante, no quedarnos pensando en la parte que ya hemos tocado. Esto también es bueno a la hora de afrontar obras largas, si yo voy pesando en una frase cada vez, lo llevaré mejor que si pienso que tengo 18 páginas por delante.

Ya os dicho como trabajar con concentración. ¿Y cómo se practica la concentración? Pues concentrándose. Quizá esperábais algún truco mágico o alguna fórmula especial, pero igual que ocurre con cualquier cosa de la vida cotidiana, lo mejor para aprender a hacer algo es hacerlo. Y si no, miradme a mí que llevo cinco días en casa poniéndome rulos para hacerme peinados de los años 50. El primer día me salió una patata de peinado y tardé mucho, pero hoy he tardado menos y el resultado ha sido aceptable. Estoy segura de que si lo hago con frecuencia en las próximas semanas, poco a poco iré mejorando y me quedará cada vez más bonito. Por eso es importantísimo que cuando estamos practicando no sólo practiquemos la música en sí, también debemos asegurarnos de que estamos practicando con nuestra mente puesta en la música. Cuánto más lo hagamos, menos esfuerzo nos costará y cada vez seremos capaces de mantener la concentración por más tiempo. Así cuando llegue el momento real de tocar ante el público, centrarnos en la música formará parte de nuestra rutina y no tendremos que hacer un esfuerzo titánico para llevar a cabo la actuación.

Mirar en nuestro interior

He estado todo el fin de semana bailando. Me lo paso genial, y también es un proceso de aprendizaje profundo. Se parece bastante a aprender a tocar un instrumento: se necesita coordinación, concentración, memorizar, y ponerle estilo.

En una de las clases tenía que aprender una coreografía, estaba fijándome en la profesora para no perderme, pero me salía regular. Hasta que dejé de mirarla a ella y me centré en los movimientos que hacía mi cuerpo. Ahí todo empezó a encajar, incluso los giros me salieron más elegantes que antes, porque estaba sacando toda la información de dentro hacia afuera y no al contrario. Al mirar a la profesora estaba centrada en cómo se tenía que ver la secuencia de pasos y no en lo que mi cabeza tenía que mandar a mis músculos para crear esos movimientos. De repente, en la clase no había nadie, ni profesora, ni compañeros, sólo era yo y la música, y funcionó.

Lo mismo me pasa cuando toco. Antes siempre ponía el foco en cómo escucharía mis obras el público, o mi profesora, o mis compañeros, lo que pensarían de ello. En lugar de eso, ahora cuando toco sólo estamos mi arpa, mi música y yo. Eso no quiere decir que haya que ignorar al público, el público es gente amiga, han venido porque quieren escucharte. A mí me gusta mirar a las butacas, sonreír y hablar un poco entre obra y obra para compartir mis ideas con ellos. Pero después, cuando toco, ya no pienso en qué pensarán, pienso en todo lo que necesito hacer en cada momento para que mi interpretación sea lo que yo quiero que sea.

Por supuesto, todo esto se trabaja en cada hora que pasamos practicando, ya hablé de ello en un artículo anterior.https://vidadearpista.home.blog/2019/03/21/reflexiones-y-reflejos/

Cuando practicamos, debemos hacer el esfuerzo de hacerlo completamente concentrados, poniendo el foco en la música y todo lo que debo pensar en cada momento para poder ejecutarla como yo quiero. Si, durante la práctica, a menudo somos capaces de alcanzar ese estado óptimo de concentración, cuando llegue el momento de actuar ante el público será parte de nuestra rutina y no un esfuerzo titánico.

Yo me tomo un par de minutos antes de empezar a practicar para marcarme un objetivo a conseguir en esa hora y para visualizar el momento de la actuación concreta en que la voy a interpretar. Además, intento «limpiar» mi cabeza de pensamientos negativos o de estados de ánimo que no me permiten concentrarme. Por ejemplo, ayer estaba disgustada porque mis gatos habían roto algo en casa, pero antes de tocar pensé «bueno, ya está, se ha roto y no se puede reparar, pero si sigo disgustada, mi hora de práctica también se estropeará por sentirme así, mejor dejarlo en el pasado ya que no tiene solución y concentrarme».

La partitura

Yo siempre desconfío de una partitura demasiado limpia. Si no tiene ni una sola anotación es bastante probable que el alumno que la haya tocado no haya estudiado la obra en profundidad.

Os dije en el último artículo que había algunas herramientas imprescindibles para estudiar bien, y para mi la más importante es el lápiz. Con él vamos a poder anotar todo tipo de indicaciones que nos ayuden a procesar la información de manera más rápida y eficaz. La partitura es un texto, y cuando tocamos debemos sacar toda la información musical que ofrece en cada momento: las notas, el ritmo, las dinámicas, respiraciones, articulación, fraseo, etc. y además nos da toda la información sobre cómo ejecutar ese pasaje: digitaciones, pedales, etc. Todo ello unido hace que para tocar una pequeña secuencia de varias notas debamos procesar mucha información en un solo instante y es por eso que tener un lápiz a mano nos va a servir de gran ayuda.

¿Qué cosas anotar en una partitura?

1/ Los pedales. Absolutamente imprescindible. Cuando una obra se mantiene todo el tiempo en una tonalidad y quizá en un par de momentos hace una modulación sencilla (por ejemplo, de Do Mayor a Sol Mayor) nos resulta fácil recordar los pedales que hemos cambiado y estar atentos al momento en que volverán a su sitio original, pero en obras con muchas modulaciones y alteraciones accidentales llevar la cuenta de todos esos cambios se convierte en una dura tarea y si podemos solucionarlo tan fácilmente como anotando los cambios de pedales a realizar, ¿por qué vamos a sufrir y perjudicar a la interpretación musical teniendo los pedales mal colocados todo el tiempo?

Los pedales se deben escribir de manera clara y ordenada, normalmente escribiremos los que cambia el pie izquierdo junto a la voz en clave de fa y los del pie derecho junto a la voz en clave de sol. Es importante anotarlos en el momento preciso en que vamos a moverlos, muchas veces de ello dependerá que reaccionemos con tiempo para hacer el cambio sin ruidos. Si hay dos pedales a la vez, uno de cada lado, se escribirán uno encima del otro. En la medida de lo posible escribiremos los pedales en el momento en que aparece la alteración; así es más fácil relacionarlos con la música y memorizarlos. A mi me gusta escribirlos en el centro entre los dos pentagramas, aunque esto ya es algo personal, lo importante es que los escribas donde vayas a poder leerlos sin tener que recorrer media partitura con la vista.

Me parece importante también que los pedales estén todos anotados antes de hacer la primera lectura tocando. Al hacer esto vamos a tener ya una primera idea de la estructura de la obra y haremos anotaciones con esquemas de pedales al inicio de cada sección. De esta manera ya tendremos la partitura lista para trabajarla. Dibujar esquemas de pedales en puntos clave es necesario también porque cuando practiquemos no vamos a empezar cada día desde el inicio de la obra si no que trabajaremos diferentes partes. Con estos diagramas de pedales tendremos claro cómo empieza cada sección y en qué tonalidad estamos en ese momento y no perderemos tiempo cada vez averiguando cómo había que colocarlos.

2/Digitaciones. Hay varias maneras de indicar qué dedos vamos a usar en cada frase. Una es escribiendo los números correspondientes a cada dedo, otra es poniendo corchetes que incluyan todas las notas que vamos a colocar a la vez. También podemos escribir ligaduras que indican que vamos a conectar un pasaje con otro, o pequeñas señales en forma de V que indican que vamos a «soltar», es decir, dejar nuestra mano fuera de las cuerdas.

Si con los pedales es importante anotarlos todos, en el caso de las digitaciones no es así. Poner números a todas y cada una de las notas sólo estorbará y además hará que dejemos de prestar atención a esas anotaciones. En este caso lo mejor es anotar las digitaciones que no sean lógicas o se salgan un poco de lo normal. Por ejemplo, si tengo mi re DO, lo lógico sería 1 2 3, pero si eso va seguido de un acorde de octava, mi re DO mi sol do, voy a necesitar tocar el primer do con el 4º dedo. En este caso con poner un 4 encima del do ya queda todo claro.

También anotaremos las digitaciones en algún pasaje en que debamos procesar muchas cosas a la vez, por ejemplo, las dos manos tocando cosas distintas a la vez, con dos cambios de pedales y además hay que hacer un acelerando. En ese momento nos va a servir de ayuda tener anotado todo para no tener que pensar extra.

3/ Enarmonías. En muchas ocasiones sustituimos una nota por su enarmónica porque eso hace que tengamos que cambiar menos pedales, o porque la música lo requiere, por ejemplo, en el Impromptu-caprice de Gabriel Pierné en el que hay que tocar dos mi b seguidos y usamos re # para el primero. Si cuando estamos aprendiendo este pasaje, al llegar ahí siempre tenemos que pararnos unos instantes a pensar qué nota era la que se sustituía, es mejor que anotemos al lado la nota real que vamos a tocar, o incluso borrar con tipex la nota escrita y dibujar la nueva con bolígrafo negro. Todo lo que nos facilite procesar la información merece la pena escribirlo.

4/ Armónicos. Tradicionalmente se escribe la nota real que vamos a tocar y va a producir un sonido una octava más agudo. Salzedo cambió esto y como explica en su método lo que él escribe es el sonido real, con lo que debemos tocar una octava por debajo. A mí esto siempre me ha resultado muy confuso e incómodo de procesar por lo que los escribo a la manera tradicional. Insisto,

todo lo que pueda ayudar a obtener toda la información de la partitura en el menor tiempo posible, hay que anotarlo.

Todas estas anotaciones hay que hacerlas ANTES de empezar a practicar una obra, no después de un mes cuando estamos cansados de que ese pasaje nunca nos salga. Es importante escribirlas a lápiz porque puede ocurrir que al tocar nos demos cuenta que había una opción mejor o que el pedal lo tengo que mover una corchea más tarde, etc.

Después, cuando ya estamos practicando la obra podemos añadir anotaciones para insistir en algo que se nos pasa por alto porque estamos ocupados con otra información, por ejemplo en un pasaje donde las manos tienen una coordinación entre sí complicada, quizá no podamos pensar a la vez en el crescendo y marcarlo puede ayudar.

OJO! Tan malo es no anotar nada como anotarlo absolutamente todo. Si rodeas el pedal con un círculo, el piano con otro, el enarmónico con otro, el crescendo con otro, al final sólo verás un montón de círculos que ocultan la información real. Además, si estudiamos conscientemente cada frase iremos incorporando todos los elementos que lo forman y hacer esto no será necesario. Imaginaos que para leer un libro tuviéramos que subrayar los espacios entre las palabras y rodear la coma con un círculo y pintar de un color las v… no funcionaría.

Hablando de colores, si os gusta adornar las partituras, no me parece mal, pero tened en cuenta que normalmente usamos rotuladores que son permanentes. Lo mejor es usarlos moderadamente y para cosas realmente necesarias.

Os dejo algunas fotos de ejemplos de partituras:

Ejemplo de diagramas de pedales
Ejemplo de enarmonías

Volver a la casilla de salida

A veces estamos practicando un pasaje y nos quedamos atascados, parece que en vez de mejorar va a peor.

¿Qué hacer? Lo primero, no asustarse. El proceso de aprendizaje es complejo y en él influyen muchas cosas como nuestro estado físico (ese día podemos estar cansados), la dificultad misma de lo que estemos trabajando o el estrés que podamos tener debido a, por ejemplo, el examen de matemáticas de mañana. Todo ello influye en nuestra concentración.

Lo ideal sería poder alcanzar siempre un estado de concentración máximo para que nuestro aprendizaje fuera una línea que sube y sube pero normalmente se parece más a caminar en la nieve: avanzo varios pasos y retrocedo un poco para volver a avanzar un poco más. Si somos conscientes de esto seremos más felices practicando porque sabremos que esos momentos en que parece que retrocedemos son parte del proceso.

No hay que tener miedo de volver para atrás y revisar el pasaje desde cero: mirar sólo una voz, o sólo los pedales, o el pase entre un acorde y otro, bajar la velocidad el metrónomo,etc, para ir construyéndolo de nuevo. A menudo veo alumnos que leen algo por primera vez a una velocidad que no pueden controlar o que empiezan a trabajar un compás tocando directamente las dos manos a la vez sin haber comprendido antes qué hace cada voz por separado, ni tener anotados los pedales, o sin haber analizado qué recursos van a utilizar para tocarlo. Hacer esto sólo nos lleva a aprenderlo mal y eso hará que disminuya la confianza en nosotros mismos.

Por otro lado, veo que en ocasiones nos sentimos torpes o «tontos» por tener que volver sobre nuestros pasos, pero de nuevo, esto sólo nos aporta negatividad. No sé de dónde nos viene la idea de qué lo tenemos que hacer todo bien a la primera como si el proceso de es aprendizaje fuera algo super sencillo. Recordad todas las veces que los bebés se caen hasta que aprenden a andar.

Ya veis, es más inteligente y eficaz hacer todo lo necesario para aprender bien algo, incluso si es volver a tocar una sola nota de la pieza. Si lo enfocáis de esta manera podréis practicar conscientemente y sin sentimientos negativos.

Planificación

(Nota: este artículo está dirigido especialmente a los alumnos de Enseñanzas Profesionales.)

Para tener éxito en los estudios es fundamental planificar bien nuestro tiempo. Una buena planificación consiste en fijar las horas concretas en las que vamos a practicar, incluyéndolas en nuestro horario semanal y marcar los objetivos a cumplir en cada sesión de estudio. Esto lo hacemos en el diario de práctica. Podéis leer el artículo anterior aquí: https://vidadearpista.home.blog/2019/03/13/diario-de-practica/

Ahora que hemos comenzado el curso ya tenéis una idea del repertorio que váis a trabajar durante el trimestre y podéis hacer un cálculo de las horas semanales que necesitáis para cumplir los objetivos de esta primera parte del curso.

Consejos a la hora de planificar:

  • Tener en cuenta cuántas semanas dura el trimestre hasta la fecha del examen o audición.
  • Reservar unas horas determinadas cada día para la práctica de arpa. Si lo dejamos al azar es posible que llegue la siguiente clase y no hayamos estudiado nada. Es mejor decidir qué horas vamos a poder practicar, anotarlo en nuestro horario semanal y, por supuesto, ¡cumplirlo!
  • Es necesario también descansar, hay que planificar suficientes horas de práctica en la semana para que al menos un día podamos descansar del arpa. Es bueno para los músculos y también para liberar la mente.
  • No dejarlo todo para el final y estar preparado para imprevistos, por ejemplo, que nos inviten a participar en algún proyecto a mitad del trimestre o que tengamos un viaje de estudios con el colegio/instituto. En el caso de nuestro conservatorio sabéis que al final del primer trimestre tenemos un concierto de navidad y que si queréis tener la oportunidad de participar debéis tener preparado algo que tocar unas semanas antes del concierto cuando se hacen las propuestas para el mismo.
  • Es muy importante también llevar todo al día porque algunas veces tendremos que modificar nuestros planes para aprender las obras a tiempo. Por ejemplo, yo tengo una canción de 4 páginas y había planificado una página para cada semana pero en la primera semana he visto que me está costando más trabajo de lo que pensaba y voy a necesitar dedicarle más tiempo. Si llevo las otras obras al día podré usar más tiempo para esta pero si lo he dejado todo para el final seguramente me pondré a estudiar todo a lo loco repitiendo sin más y no conseguiré tocar bonita ni una obra ni las otras. Con el paso del tiempo nos iremos conociendo mejor y nuestros planes serán cada vez más realistas.

¿Cómo sé cuánto tiempo debo dedicar a cada obra?

En líneas generales yo siempre pienso que si el trimestre son 10 semanas, voy a utilizar las 4 primeras semanas para leer y comprender cada obra. Haré todo el trabajo de análisis, conocer las secciones, armonía, qué técnicas voy a utilizar para tocar cada pasaje, dónde voy a mover los pedales, qué digitaciones utilizaré, etc. Es el momento de experimentar y después decidir qué funciona mejor en cada pasaje para después fijarlo. De esta manera nos quedan otras 4 semanas para trabajar la velocidad, la memoria, la continuidad a lo largo de toda la obra y aún nos quedan 2 semanas más para ultimar detalles.

Es importante hacer un buen análisis inicial de la obra para saber cuántas secciones o páginas voy a practicar cada semana. Por ejemplo, una obra que tenga secciones A, B y A’. Si son secciones de 4 o 5 pentagramas, puedo planificar una sección por semana y la última semana repaso todo. Ahora, si cada sección tiene 5 páginas debo valorar en base a la complejidad de la obra si tendré tiempo de trabajar BIEN cada sección en una semana o si por el contrario necesitaré semana y media para cada parte. Digo BIEN en mayúsculas porque se trata de usar ese tiempo para conocer en profundidad el contenido de la partitura, el objetivo no es tocarlo todo en el tiempo establecido sin haberlo comprendido.

Por otro lado, es muy importante que cumplamos los plazos que nos marcamos. Si has decidido practicar algo durante media hora y al acabar el tiempo no está listo, es mejor pasar a lo siguiente planificado para ir avanzando y después en el diario de prácticas valorar por qué no has logrado el objetivo con esa obra: ¿No estaba concentrada? ¿Es más complejo de lo que creía? ¿Hay algo que no entiendo? ¿He utilizado técnicas de estudio adecuadas o simplemente he leído el pasaje una y otra vez? Creo que en esta valoración reside realmente el éxito de nuestros planes.

Así que, ya sabéis, coged papel y bolígrafo y ¡A planificar!

Vitaminas para el arpa

Os presento a mi orquídea. Me la regalaron hace cuatro años con unas flores preciosas. Se le cayeron y no volvió a tener más. Ella seguía ahí, toda verde y erguida, le salían más hojas, pero no florecía. Hasta que se vino a vivir a Badajoz hace unos meses y le sentó tan bien la temperatura y el sol de aquí que me va a regalar sus flores de nuevo.

Cuando practicamos pasa igual: si nos limitamos a practicar las obras sin más, nuestra vida de arpista no tendrá daños graves, se verá saludable, pero no florecerá. Necesitamos vitaminas que enriquezcan nuestra vida y nuestra música.

Y, ¿Cuáles son esas vitaminas?

Técnica. Es una vitamina esencial. Incluye ejercicios y estudios. Practicar técnica a diario nos ayuda a tener nuestros dedos en forma y a desarrollar la memoria muscular. Así tendremos más control, más agilidad y la fortaleza y velocidad necesarias para ejecutar cualquier pasaje que se nos ponga por delante. Todo suena mejor con una buena técnica.
Otro beneficio es que nos ayudará a reconocer patrones, motivos, y a elegir las digitaciones que vamos a utilizar en diferentes pasajes de una obra.

Análisis. Imprescindible para aprender una obra conscientemente y con profundidad y que perdure en el tiempo. Conocer la tonalidad de la obra, modulaciones, estructura, motivos, frases, etc facilitará enormemente la interpretación y poder tocar la obra de memoria.

Contexto histórico. Va unido al análisis. Si investigamos un poco sobre el compositor y su entorno, y la época en que vivió, podremos tener una idea más concreta de lo que quería transmitir al componer esa obra.

Inspiración. Esta es la vitamina que nos hará darle nuestro toque personal al repertorio. Si tenemos un mundo interior rico, podremos asociar la música que tocamos a imágenes, historias, sensaciones… Todo esto hará que conectemos más con la música que estamos interpretando y se convierta en algo especial y único para nosotros ya que nadie más tendrá esa imagen o idea asociada a esa obra. Si es especial para mí, lo será para el público. Para enriquecer nuestro mundo hay que leer, escuchar música de todos los estilos, ver películas, visitar museos, hacer turismo, pasear por el campo o la playa… Vivir en definitiva.

Buena forma física. Imaginaros que Rafael Nadal tuviera los brazos muy desarrollados pero no fuera capaz de correr medio minuto sin ahogarse. No funcionaría, ¿verdad? Nosotros, además de hacer técnica, debemos hacer calentamiento antes de practicar y estiramientos al terminar para proteger nuestros músculos de las lesiones. También tenemos que poner mucha atención a nuestra postura cuando estamos tocando ya que pasamos muchas horas con el arpa y podemos sufrir dolores de cuello y espalda. Por último, nunca viene mal hacer un poco de ejercicio suave para movilizar el cuerpo entero y contrarrestar el efecto de todas esas horas en la misma postura. A mí los fisioterapeutas siempre me recomiendan nadar.

Si tomáis todas estas vitaminas regularmente os garantizo que vuestra música florecerá🌺

Objetividad

A menudo cuando practicamos o tocamos en público ponemos en una balanza lo que hacemos y todo lo clasificamos en positivo o negativo. Esto es algo que está muy extendido socialmente y se hace en todos los ámbitos de la vida, en televisión, cuando vamos por la calle, siempre vamos juzgando a los demás. Un buen ejemplo que dio una alumna en clase: vemos a alguien vestido de blanco pero sólo nos fijamos en una mancha minúscula en su ropa.

De la misma manera también nos juzgamos a nosotros mismos en todo lo que hacemos. Está claro que tenemos que ser realistas porque si no conocemos los puntos débiles no sabremos qué podemos mejorar, pero el problema de juzgar es que al final lo negativo pesa mucho más y fijamos toda nuestra atención en lo malo.

Es más constructivo realizar un análisis objetivo, centrándonos en los hechos sin ponerle un peso negativo o positivo. Por ejemplo: estoy estudiando una obra que me encanta, El viejo castillo Moro de Eduardo L. Chávarri y hace unos días empecé a pensar que me está llevando más tiempo de lo que debería. La obra me está llevando tres meses, esto es un hecho: hace tres meses que empecé. Pero si yo pienso «es más de lo que debería» ya estoy aportando un comentario negativo.


Más ejemplos que he escuchado en el pasado: «he estudiado mucho este pasaje y ahora no me sale, estudiar no me ha servido para nada». En vez de juzgar, analiza el hecho en sí: todavía te queda camino por recorrer, eso es un pensamiento objetivo. Quizá no sale como quieres que sea el resultado final, pero ha mejorado desde la última vez. Y además has aprendido que para ese pasaje vas a necesitar practicar de manera diferente.

«esta obra es más fácil que aquella pero me sale peor». Pensamiento objetivo: esta obra de momento no está lista. Esta obra me exige adquirir nuevas habilidades para poder tocarla como yo quiero.

¿Os habéis parado a pensar si esos pensamientos negativos sirven para algo? ¿Quién ha dicho que aprender esa obra lleva exactamente 2 meses, o 5? ¿O que una obra es fácil o no? Esos pensamientos sólo hacen que me sienta mal, porque me comparo con otra gente pensando que ellos la han terminado en menos tiempo y que entonces eso significa que yo soy más lenta, o torpe, o… En ocasiones somos muy duros con nosotros mismos y para eso yo siempre pienso «si en vez de ser yo fuera una amiga arpista ¿le diría esas cosas tan duras?» Con toda seguridad no, sería más amable con ella e intentaría ayudarla a ver lo positivo, los objetivos ya conseguidos, etc. Así que si soy amable con los demás, ¡con más razón debería serlo conmigo misma!

Para ser amables con nosotros mismos podemos empezar por decir 3 cosas positivas cada vez que tocamos o practicamos, en vez de empezar a enumerar todas las cosas que han ido mal o no han salido como queríamos. Si lo hacemos todos los días en nuestra práctica acabará siendo un hábito y nuestra balanza estará más equilibrada.

Otra cosa que podemos hacer es afrontar estos pensamientos con curiosidad. Hacer muchas preguntas: ¿Qué beneficios me aporta tener ese pensamiento negativo?, ¿Este juicio que estoy haciendo sobre mi me ayuda en algo, o por el contrario entorpece mi aprendizaje?, ¿Qué puedo cambiar para mejorar esto?, ¿Se me ocurre alguna técnica o truco que pueda usar para trabajar este pasaje?

Y por último, no compararnos con los demás. Cada uno de nosotros somos únicos y lo que a uno puede resultarle más fácil a otro no. La música también es maravillosa, pensad que con sólo 12 sonidos y unos cuantos patrones rítmicos se pueden crear infinitas composiciones, ¡es genial! Así que si combinamos las posibilidades infinitas de personas y de músicas, es imposible que dos personas aprendan igual. Cada uno tiene un proceso diferente para llegar al resultado. Lo importante no es hacerlo como los demás sino llegar a conseguir nuestro objetivo.

Os dejo también la recomendación de un libro: El juego interior del tenis de W. Timothy Gallwey. Conozco muchos músicos que lo han leído, yo también lo hice hace años y profundiza sobre este tema de juzgarnos a nosotros mismos. Es altamente interesante.

Reflexiones y reflejos

Una vez Isabel Moretti me dijo: «estoy segura de que estudias mal». Fue en una masterclass en el Conservatorio de Ámsterdam y me lo dijo con mucho cariño, amable como es ella. Pero, ¡cuánta razón tenía!

Durante años, buscando mi camino como arpista profesional, sentí muchas veces que no estaba a la altura por mis inseguridades, pensaba que mis nervios eran una pesadilla que a menudo arruinaba todos mis esfuerzos. Por eso hace mucho que tengo clarísimo que para ser músico hay que trabajar mucho más la mente que los dedos ya que ella puede ser nuestro peor enemigo o convertirse en el mejor aliado que tengamos.

Así que he aprendido a estudiar mejor, y no me refiero a hacer mis ejercicios de técnica o usar el metrónomo, todo eso ya lo hacía antes. Lo que he aprendido es a darle la importancia justa a mis horas de estudio. Lo que haga en ese tiempo se va a reflejar en mis actuaciones, tanto lo bueno como lo malo, ya hablamos de ello en el artículo https://vidadearpista.home.blog/2019/01/15/el-truco-de-las-10-repeticiones/ donde vimos que la práctica hace la permanencia.

Por un lado debemos procurar siempre que nuestro tiempo de estudio sea lo más productivo posible y para ello la clave es ser conscientes de lo que estamos haciendo en cada momento. Si en vez de tocar una y otra vez hasta que «me sale», me paro a pensar qué tengo que mejorar en ese pasaje y cómo voy a hacerlo, qué trucos, ejercicios, etc voy a usar, aprenderé mucho más rápido y mejor.

Os voy a contar una experiencia que tuve hace poco tocando con la banda municipal de Don Benito. Tenía que tocar el solo de Afrodita del Olimpo de los dioses (Obra de Óscar Navarro) y en el ensayo general empiezo a tocar y la parte más compleja me sale bien, pero justo lo que va después, que son unos simples acordes, no. Y mi cabeza ya empieza con su run-run: «esto que era más fácil me ha salido mal, cómo puede ser, me estoy poniendo nerviosa, en el concierto no sé si me saldrá bien, etc) Seguro que os suena. Más tarde, pensando en ello, me di cuenta que ese pasaje de acordes, como era «fácil» en realidad nunca me había salido bien en casa (bien quiere decir limpio, con un sonido claro y ligero como yo quería). Siempre había pasado por esos compases de puntillas (sin ser consciente), sin pararme a trabajar el sonido que quería conseguir. Conclusión: a menudo en el pasado me habré puesto nerviosa y me he sentido mal pensando que todo lo que había practicado se perdía cuando estaba en el escenario, y que los nervios eran algo insuperable, cuando en realidad lo que había practicado se había reflejado tal cual, como un espejo. Ese día aprendí una lección importantísima porque he visto que aunque me ponga nerviosa soy perfectamente capaz de tocar todo tal como lo he practicado. No eran los nervios los que habían arruinado mis conciertos si no mi manera de practicar.

«Estar relajado no es igual a estar concentrado»

Por otro lado, es muy importante trabajar la concentración a diario, porque todo lo que hagamos ayudará a que ganemos confianza en nosotros mismos o la perdamos. Si yo hago un «ensayo de concierto» una semana o dos antes de la actuación y no me concentro y empiezo a tener despistes tontos, me va a quedar la sensación de que no me ha salido bien, que no me sé bien la obra, y eso hará que el día señalado me ponga nerviosa. No sólo debemos practicar la concentración y la preparación mental cuando ya tenemos la obra lista si no desde el primer día que empezamos a leerla. Es importante darnos cuenta que en casa no estamos nerviosos porque no hay público, pero no tener nervios no es igual a estar concentrados. A menudo cuando estamos en casa estudiando, no pensamos ni de lejos en que algún día en el futuro próximo tocaremos esas obras en un concierto y ahí estamos, tan relajados, estudiando en modo automático. Si somos conscientes de que lo que hacemos en realidad es prepararnos para actuar, seremos más exigentes con lo que hacemos y nos esforzaremos en trabajar la concentración y la mente positiva en cada paso del proceso, no sólo al final cuando ya tenemos la obra bien aprendida.

Un consejo que creo muy útil para la práctica diaria es hacer un calentamiento previo en el que ademas de trabajar la parte física con ejercicios de técnica,también tomaremos un tiempo para alcanzar ese estado de concentración óptimo y poder sacar el máximo partido a nuestro tiempo de estudio.

Cada día de estudio es una oportunidad para brillar en nuestros conciertos,
¡¡¡cada día cuenta!!!